Para medio país, el desafío cotidiano es poder comer todos los días. La gran aspiración, el deseo movilizador, la felicidad a alcanzar es casi vergonzante para un país que alguna vez se jactó de ser el granero del mundo: no tener que mirar el precio de la comida. En las clases bajas, si se tiene algún peso de más, se destina a comprar una primera marca. Coca Cola en lugar de Doble Cola.
Los proyectos de crecimiento son de pequeña escala –hacer un baño, agregar una pieza- pero siempre se van corriendo por la urgencia de la coyuntura.
El 70% de los que están en la base de la pirámide tienen mejor educación que sus padres, pero no han podido mejorar sus condiciones económicas ni ascender en la escala social. Además, el 50% los que están en esa base no tiene un salario mensual: cobran por día o, a lo sumo, por semana. Y el 70% si no va a trabajar, ese día no cobra.
Estas son algunas de las conclusiones del estudio “Las tres Argentinas, nuevas idiosincrasias culturales que marcan la agenda de las marcas” que presentó el economista y consultor Fernando Moiguer sobre 2.400 casos de adultos de 16 a 75 años.
El trabajo se conoce justo cuando el Indec difundió los datos de pobreza para el segundo semestre del 2022: 39,2% de la población es pobre, lo que seguramente se agravará por la persistente alza de los alimentos en el primer trimestre del 2023.
Moiguer habla de “tres Argentinas”. Las diferenciadas de raíz se explican por los ingresos, lo que a su vez genera una mirada diferente sobre las realizaciones personales, el progreso, el consumo, el concepto de ahorro, el horizonte de planificación personal y el lugar que el deseo ocupa en esa dinámica.
La estructura social hoy
Las tres Argentina
Argentina 1, clase baja. El 50% de la población está en este segmento, la base de la pirámide.
El promedio familiar mensual es de 149.300 pesos al mes y el techo máximo de ingresos en las familias de clase baja es de 280.000.
El nivel superior (D1) tiene un ingreso promedio de 184.600 pesos y el nivel inferior (D2), 96.500 pesos.
Son los considerados pobres por ingresos –la canasta total de Indec a febrero es de 177 mil pesos- y algún resto más, un poquito. La subsistencia es diaria: hay que ganarse el pan hoy. Por lo tanto, las proyecciones son limitadas, porque la energía se consume prácticamente en conseguir la comida del día. El 50% recibe paga diaria o semanal.
“El deseo, en este plano, está ausente de su discurso porque su realidad no le permite conectar con la posibilidad de algo más que lo cotidiano”, indica el estudio. “¿Y qué haría más feliz su cotidianidad”, fue la pregunta en el trabajo de campo. El 44% respondió “no tener que fijarse en el precio de la comida”.
A la hora de comprar, se privilegia el rendimiento, lo que optimice el presupuesto al máximo y que sea la mayor cantidad posible. Acopiar materiales o mercadería es la manera de ahorrar y si hay algún peso extra, el 36% dice que la destina a “mejorar” su set de marcas o productos de la canasta alimentaria.
La mirada sobre la vida es extremadamente localista, casi de barrio, de supervivencia. Apenas la mitad dice que le gustaría, como país, parecerse a otro del primer mundo.
Argentina 2, clase media. Es el 45% de la Argentina. El 70% tiene ingresos mensuales, con un promedio de 355.700 pesos: son dos canastas del Indec. Tampoco sobra mucho.
En el nivel superior de este estrato (clase media alta C2) el ingreso promedio es de 515.400 pesos y en el inferior (clase media baja C3) es de 257.700. En este segmento también se quiere planificar a largo plazo, pero no se puede, así que la mirada es básicamente mensual, forzada por las marchas y contramarchas económicas.
Tiene aspiraciones y deseos, aunque sus posibilidades están restringidas. Parte de la desazón colectiva hoy se explica por esto: hay conciencia de la situación del país y de que no es posible tener todo lo que se quiere. Para algunos será salir afuera, para otros la prepaga o el nivel de la escuela de los chicos. Pero todo el tiempo se está negociando: qué se toma, qué se deja, qué se resigna para siempre, qué por este mes.
El 42% indicó que lo que le haría más feliz su día a día es “consumir sin restricciones”, como salir y comprar lo que se quiera, ir a restaurantes agradables, y demás.
A la hora de comprar, el trabajo de Moiguer indica que “el concepto que rige su acto de compra es el de conveniencia”. Se buscan precios, oportunidad, se compara, se elige el día según la promo.
Hay intentos de ahorrar en dólares y también en pesos, y si aparece algo de plata extra se utiliza para darse un gusto que en algún momento fue cotidiano y que hoy se extraña. El 39% utiliza su presupuesto en compra de ropa y zapatillas y el 46% si un día no puede ir a trabajar, no cobra.
Argentina 3, clase alta. Son el 5% de la población. El 93% de los que están en este segmento son estructurales: nacieron y vivieron bajo estas lógicas de consumo, marcadas siempre por querer más: mejor salario, mayor cargo, mejor auto.
El imaginario sobre el progreso es lineal. El 80% tiene ingresos mensuales, con un promedio familiar de 1,5 millón de pesos y un piso de 855 mil. Sólo el 30% si un día no puede ir a trabajar, no cobra.
En este segmento, el 85% dice que como país le gustaría parecerse a uno del primer mundo, y el motor es el deseo. Se piensa constantemente en cómo vivir mejor, comer mejor y la tan famosa reflexión sobre el “equilibrio entre la vida laboral y la vida personal” está instalada sólo en esta clase social. El 41% dice que tener “más tiempo libre” es lo que lo haría más feliz su cotidianidad.
El concepto que rige la compra es el de oportunidad. Ahorra en dólares y la plata extra la utiliza de manera “hedónica”: 53% utiliza el excedente cotidiano en viajes.
Se acabó el concepto de movilidad social
La radiografía de la Argentina hoy –partida en tres Argentinas (como se lee en la nota central)- interpela más allá de los patrones de consumo o de ahorro. El punto que señala Moiguer es que se acabó el concepto de movilidad social, que fue históricamente el motor de la clase media.
Se entendía que, mediante el trabajo, el esfuerzo y el estudio, se podía prosperar. Había entonces estratos sociales, sí, pero el imaginario idiosincrático de valores, hábitos y creencias se regía bajo los parámetros de una clase social muy amplia, que hoy se quebró.
“Un pibe de clase alta que no estudia va a seguir siendo de clase alta, pero el de clase baja, aunque estudie va a tener que armar su casa de chapa al lado de la casa de la abuela o de la tía”, grafica el estudio de Moiguer.
El 70% de los que están en clase baja tienen mejores estudios que sus padres pero siguen estando ahí.
“Antes, le hablabas a la clase media y había mucha gente de clase alta que decía: ‘No soy alta, soy media porque estos son mis valores’; y mucha gente de clase baja decía: ‘Estoy llegando, pongo estos productos en la mesa y estoy llegando a la media’”, describe.
Hoy hay “tres” argentinas, pero las dos grandes mitades no tienen mucho en común: las fragmentaciones sociales están solidificadas y no hay métodos lícitos de ascenso social. La educación ya no lo es y no hay otros que se le acerquen.
“Hay dos valores hoy de movilidad social y son ilícitos: el narco y la política vil, por eso que es mientras no tengamos una alternativa para los jóvenes dentro del mundo legal, la discusión con el narco es una discusión perdida”, cierra Moiguer.