Dicen que sobre gustos no hay nada escrito. El dicho lo aplican para el amor, la vestimenta, las preferencias alimentarias y, al parecer, también en el modo de hacer turismo. Mientras algunos viajeros disfrutan tomando fotos de la Torre Eiffel o tirando una moneda de la suerte en la Fontana di Trevi, otros se regocijan durmiendo en el piso en un “hotel de guerra” o simulando ser un inmigrante que intenta cruzar la frontera de México a Estados Unidos de manera ilegal.
A esta modalidad excéntrica (y polémica) de viajar se la conoce mundialmente como "turismo negro" (o "dark tourism", en inglés). El término formal apareció en 1996, cuando la Universidad de Glasgow, en Escocia, instauró el tema como un campo de estudio. El alma del turismo negro consiste en recorrer sitios históricos donde ocurrieron asesinatos, guerras, catástrofes naturales y crímenes de lesa humanidad.
Aunque lleva varios años de existencia, esta forma de viajar llamó la atención de la prensa mundial luego de que este año Netflix estrenara “El otro turismo”, una serie documental en la que el periodista David Farrier recorre el globo buscando los destinos más famosos entre los llamados “tanatoturistas”. En ocho episodios de cuarenta minutos cada uno, Farrier recorre con una mirada curiosa, infantil y por momentos frívola, las ciudades emblema del turismo negro.
Su viaje va desde México o Colombia, donde el periodista conoce a un sicario de Pablo Escobar que lo lleva a recorrer los lugares "más peligrosos" de Medellín, pasando por Fukushima (Japón) donde un autobús repleto de turistas se adentra en esa ciudad que en 2011 sufrió uno de los peores accidentes nucleares de la historia, hasta Camboya, donde los viajeros pagan hasta 400 dólares por cargar armas, sacarse fotos y, quizás, dispararle a algún animal.
"El turismo oscuro es cada vez más popular porque la gente quiere desafiar sus miedos y prejuicios yendo a lugares extraordinarios", analiza David Ferrier a medida que avanza el documental.
Sin embargo, muchos no tienen esta visión tan positiva del fenómeno. En un simple análisis surgen varias preguntas: ¿es correcto hacer turismo negro? ¿Implica una importancia histórica o sólo sirve para saciar la sed macabra de algunos turistas de buen pasar económico?
Quienes se oponen, opinan que mercantilizar lugares donde hubo muertes y sufrimiento es sencillamente una falta de respeto. El medio inglés The Guardian llegó a decir –a propósito del documental de Netflix– que es una práctica "superficial y sórdida", que "espectaculariza hechos dramáticos en vez de hacer un análisis político".
Del lado contrario, los que defienden el turismo negro tienen también sus argumentos sólidos. Peter Hohenhaus, un viajero amante de este tipo de viajes y fundador del sitio www.dark-tourism.com opina en su web: "el turismo negro se trata de tratar de entender, y creo que eso es mejor que simplemente borrar estas cosas. Es parte de la realidad de nuestro mundo. ¿Por qué debería ser moralmente mejor ignorar todo esto?".
En la arista más académica, el Dr. Philip Stone –director ejecutivo del Instituto para la Investigación del Turismo Oscuro de Inglaterra –trabaja sobre cómo se siente y actúa el visitante en determinados sitios de turismo oscuro, cuáles son los procesos de creación de significado en juego dentro de él y por qué este tipo de turismo es importante para la sociedad y la cultura contemporáneas.
"Sostengo que las representaciones turísticas de la muerte pueden dar forma a la comunión de los vivos. Por lo tanto, los periodistas que desestiman el turismo oscuro como simplemente sensacionalista e inmoral están lejos de ser precisos, y que la moralidad contemporánea, así como la mortalidad, se encuentran en el punto crucial del turismo oscuro", explica Stone en una entrevista.
¿Y en Argentina?
Aunque no lo sepamos, el "dark tourism" también tiene sus puntos de visita interesantes en nuestro país. Están por un lado los lugares más históricos, como la ESMA o el Parque de la Memoria, donde los visitantes se informan y reflexionan sobre los crímenes ocurridos durante la última dictadura militar.
Desde el lado más esotérico, en la ciudad de Buenos Aires hay tours “terroríficos” por el Cementerio de la Recoleta, donde los guías cuentan historias de muertos. En la localidad cordobesa de Miramar, el Gran Hotel Viena adquirió fama por ser elegido como el mayor con actividad paranormal del mundo.
En Mendoza, una expedición propone hacer trekking al avión de los rugbiers urguayos que se estrelló en la cordillera de Los Andes en 1972. Allí, los turistas pueden escalar hasta donde están los restos del incidente.