Parece que fue ayer, pero ya pasó todo un año. El festejo de lo que para muchos de nosotros fue ver por primera vez en nuestras vidas a la Selección Argentina campeona del mundo permanece vivo en nuestras retinas. Ese sabor de saber que hace un año nos volvimos eternos en la historia futbolística mundial.
Qatar 2022 tuvo todos los condimentos para ser un Mundial único en todos los sentidos: tuvo dramatismo, buen juego, emociones intensas, incertidumbre, pasión y por sobre todas las cosas, la alegría por el título alcanzado. Tan ansiado...
Cualquier futbolero que se precie de tal recordará para el resto de su vida qué estaba haciendo, dónde lo estaba viendo, con quién, ese partido dramático por donde se lo vea de la final contra Francia. Seguramente se recuerde cada uno de los encuentros, pero el de Francia -por obvias razones- quedó más grabado a fuego que cualquier otro partido.
Particularmente recuerdo el calor sofocante de esa jornada. De estar viendo el partido junto a mi hermana en mi casa, sentados ambos en el sillón de mi sala de estar y ver como de pronto, Messi marcaba el 3 a 2 en tiempo de alargue, algo que ya parecía definitivo y levantarnos tomados de la mano para gritar lo que en ese momento creíamos que era el gol del campeonato.
Pero una vez más el terror de Mbappé se cruzó para retrasarnos el grito y nos fuimos a los penales tras ese 3 a 3. Fue ahí la sensación de no aguantar más, de no soportar más ver el televisor. De querer apagarlo para cortar tanta angustia, pero al mismo tiempo saber que necesitábamos enterarnos cómo terminaba la historia.
Y el desahogo fue total tras el penal de Montiel (admito que previo a ese disparo ya sentía que se daba el campeonato) y la algarabía en los balcones, en las calles, en las caras de las personas.
Eso que muchos de nosotros nunca habíamos visto finalmente lo estábamos viviendo. Argentina fue campeona del mundo. Y ese 18 de diciembre de 2022, hace ya un año, la historia del fútbol nos volvió eternos.