La iniciativa para una imprenta en Córdoba surgió en 1750, impulsada por la 24° Congregación Provincial jesuítica, buscando publicar trabajos académicos, tesis y difundir la fe. Los sacerdotes Pedro de Arroyo y Carlos Gervasoni tramitaron la licencia, enfrentando obstáculos como el deceso de Arroyo, hasta que el padre Luis Camaño continuó las gestiones.
El permiso oficial llegó en agosto de 1765 y el equipo arribó en 1764, pasando por Montevideo y Buenos Aires. El rector Manuel Querini la cedió al Colegio Nacional de Monserrat, entonces dirigido por Ladislao Orosz. Fue así que la primera imprenta del país funcionó en dicha institución.
La primera imprenta de Argentina funcionó en Córdoba
El taller, situado en el Monserrat, fue dirigido por el jesuita Pablo Karer. En dos años, produjo títulos como “Cinco oraciones laudatorias en honor del Dr. Ignacio Duarte y Quirós”, una “Pastoral del Arzobispo de París”, un “Acto general de estudios” y las “Reglas y Constituciones que han de guardar los colegiales”. Su vida concluyó abruptamente con la expulsión de los jesuitas en febrero de 1767, por orden del rey Carlos III. Karer fue desterrado, y la prensa quedó olvidada en un sótano.

Años después, el virrey Juan José de Vértiz y Salcedo se interesó por la prensa abandonada. A través de correspondencia con fray Pedro José de Parras, rector del Monserrat, se gestionó su traslado. Vértiz consultó sobre su estado y valor en septiembre de 1778, y Parras la encontró desarmada en un subsuelo. Buenos Aires abonó 2.000 pesos por el artefacto y sus accesorios. Félix Juárez organizó el transporte hacia la capital. La máquina inició su operación como Real Imprenta de Niños Expósitos, destinando los ingresos al sustento de niños sin familia.
Desde Buenos Aires, este valioso dispositivo continuó su viaje. En 1813, Bernardino Rivadavia la cedió a Salta. Una vez allí, se instaló en el Cabildo y fue rebautizada como Imprenta de la Patria. En la actualidad, este patrimonio cultural se exhibe en el Museo de la Vid y el Vino en Cafayate, en Salta. En Córdoba, el Museo San Alberto conserva un modelo de aquella prensa jesuítica, perpetuando su recuerdo en la provincia.