Cerro, una tradicional zapatería con más de un siglo de historia, se ha destacado por ser una de las grandes fábricas de calzado de Córdoba. Según sus dueños, hoy su secreto reside en la elaboración artesanal, un oficio que requiere años de experiencia y una profunda pasión por el detalle.
Sin embargo, encontrar artesanos especializados es una tarea difícil. Por eso, Cerro aún conserva entre sus filas a dos artesanos jubilados, María Herrera y Eduardo Milicay, quienes, a pesar de su edad, continúan trabajando con la misma dedicación y amor por el oficio que los ha caracterizado a lo largo de sus vidas.
CALZADO: LA HISTORIA DE LOS JUBILADOS ARTESANOS DE CÓRDOBA
María, de 74 años, dedicó gran parte de su vida al calzado. Aprendió el oficio a los 12 años y trabaja en Cerro desde hace dos décadas. Su pasión por el trabajo es evidente en cada una de sus palabras: “Amo mi profesión, la aprendí de muy chica. Mientras tenga la memoria para acordarme cómo van las cosas, voy a seguir trabajando”. Se encarga de armar, coser y preparar el calzado.
Por su parte, Eduardo, de 81 años, comenzó su carrera en el calzado en 1958. Se dedica principalmente al corte del cuero, tanto a mano como a máquina. Trabaja en Cerro algunos días a la semana, realizando tareas específicas. “Trabajo los pares que me den para hacer. Es una changa para gastos”, contó. A pesar de estar jubilado, Eduardo encuentra en Cerro un espacio donde puede continuar ejerciendo su oficio. “Me gusta, por eso me quedo. Tengo todas las comodidades acá”, dijo.
Tanto María como Eduardo representan la dedicación y la pasión por el oficio del calzado. En un mundo cada vez más industrializado, la labor artesanal de Cerro, impulsada por la pasión de sus trabajadores, se convierte en un verdadero tesoro.