La chance de ponerse cerca del puntero del torneo era muy cierta y palpable. Los casi 40 mil hinchas que se llegaron al Kempes a alentar a Talleres sabían que era “él” partido. Y así lo hicieron sentir en la previa y durante todo el primer tiempo.
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Y desde los cuatro costados bajó el aliento, los gritos y la ovación cuando el equipo salió a la cancha y ese impulso inicial duró casi todo el primer tiempo. Explotó cuando Felipe Peña Biáfore, el jugador de River, se hizo expulsar a los siete de juego y se ilusionó con las jugadas de gol que el equipo albiazul pudo concretar.
El gol de Robert Rojas acalló un poco ese infernal griterío, en el cierre del primer tiempo. Pero, en el entretiempo, con la esperanza de llegar al empate volvió a encenderse. Pero el desarrollo del partido hizo que el hincha aplacara su presencia.
El golazo de Brian Romero sepultó las ilusiones. El 2 a 0, aunque sea con un hombre de más, parecía irremontable. River se plantó en cancha en forma inteligente, demostrando que es el mejor equipo de esta parte del mundo y eso, con la derrota consumada, repercutió en la gente que, a pesar del trago amargo, comprendía que debía volver a hacerse sentir.
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Y así fue en los últimos minutos y hasta el final. El aliento volvió a sentirse y despidieron al equipo con el clásico cantito de aguante: “aunque ganes o pierdas, no me importa una m....”. Y cerraron aplaudiendo al equipo que está haciendo un gran papel en el torneo a pesar de las dos últimas dos derrotas.