Belgrano lo empezó y lo terminó ganando, en un clásico que lo mostró como al mejor de los dos en cancha. Abrió el marcador cuando ya lo merecía, por un Matías Suárez inspirado de entrada. Y en el segundo tiempo volvió a lastimar, para un triunfo legítimo por 2 a 1.
Suárez, por juego y velocidad, por rapidez mental y física, se convirtió en la principal explicación del triunfo Celeste. Su custodio, Javier Gandolfi, le perdió el rastro más de una vez, y el Oreja redondeó un partido irreprochable, que lo acerca a su mejor versión.
Además de su capitán, Belgrano mostró agresividad y eficacia, apoyado en el interesante primer tiempo de Juan Brunetta (después decayó) y por un incontrolable Leonardo Sequeira, el socio ideal para Suárez en las réplicas.
El criterioso trajinar de Martín Rivero, otro de los expedientes que mostró Lucas Bernardi para cimentar una victoria, que incluso pudo haber sido por un marcador más abultado si el Pirata acertaba alguna de las contras, por ejemplo en los pies de Jonás Aguirre.
Lo que aportaron Gabriel Alanis y Tomás Guidara (aún complicado por el movedizo Samuel Sosa), cómo se rehízo César Rigamonti después del gol Albiazul, también inclina la balanza.
Talleres mostró poco. Apenas la reacción que insinuó después del gol de Suárez, y tras el empate de Gandolfi. Consiguió el 1 a 1 de manera insólita, de un lateral y por el descuido del fondo Celeste, y terminó mejor la primera etapa. Único tramo del clásico que controló.
En la segunda mitad desnudó la impotencia que también fue evidente en la derrota en Paraguay, y casi no generó situaciones de gol, lento y escasamente agresivo, salvo por un tiro libre de Juan Ramírez (gravitó poco), conjurado por Rigamonti.
Para el recuadro, sólo la tarea de Guido Herrera, con un par de tapadas providenciales, incluso en el mano a mano con Sequeira, que después terminó en gol.
Juan Pablo Vojvoda evitó poner como excusas la falta de refuerzos. No encontró soluciones en los cambios y en la ofensiva, necesitará más que lo que dejó ver en el clásico. Incluído el paraguayo Montenegro y los 45 minutos que estuvo en cancha. Y un funcionamiento más acorde a la idea del ciclo Kudelka, que se pretende sostener.