Un abrupto final para la ilusión de Instituto

El cero en Junín no valió de nada, pero las causas de otra frustración en Alta Córdoba no se resumen al partido con Sarmiento. Nunca se animó a ser el protagonista en la B Nacional más mediocre de los últimos tiempos.

Los jugadores cumplieron un papel digno, aunque el equipo dejó pasar muchos puntos que en Junín se lamentaron.
Los jugadores cumplieron un papel digno, aunque el equipo dejó pasar muchos puntos que en Junín se lamentaron.

Instituto no perdió el ascenso en Junín. De hecho, ni siquiera perdió el partido con Sarmiento y hasta lo pudo haber ganado. Sobre la hora, de última, casi heroicamente, como en varias otras oportunidades de esta B Nacional que acaba de terminar para los Albirrojos.

Instituto no perdió el ascenso por ese gol imposible que no pudo transformarse en realidad en los pies de Malcon Braida. No pierde por culpa de sus juveniles: ni por Braida (autor de dos goles en los dos cotejos anteriores como visitante), ni por Mateo Klimowicz, ni por el Nacho Antonio, que es un pibe "veterano", ni por el tan voluntarioso como resistido Chavo Endrizzi, ni por el Facha Castelli, el goleador que apareció en la recta final.

Con los chicos de La Agustina siempre tendrá más para ganar que para perder. No, Instituto no perdió el ascenso en Junín.

Llegó a esta definición en desventaja, por diferencia de goles y con el mismo puntaje que otros rivales que se terminaron acomodando mejor, caso Sarmiento, su verdugo de turno.

Suena injusto, pero fue producto de la impericia del propio Instituto, que nunca se animó del todo a ser protagonista del torneo y candidato firme para subir a Primera. No se animó, no supo como hacerlo.

El ascenso era el objetivo primordial, el sueño colectivo en Alta Córdoba, el anhelo tan postergado, el broche de oro para los festejos del Centenario del club.

Se preparó para esa meta y no pudo cumplirla, en un torneo que fue el mas mediocre y deslucido de los últimos tiempos.

Un técnico como Gabriel Gómez, al que le tembló el pulso para enderezar una campaña que empezó con triunfo y rápidamente se diluyó, no estuvo a la altura de los requerimientos. Era una apuesta fuerte, y se pagó caro.

Un plantel con refuerzos que, a priori, iban a ser figuras y las cartas ganadoras por el ascenso. Empezando por un Ezequiel Videla, quien fue un fantasma de sí mismo, y abandonó el barco en una actitud artera. 

Tampoco funcionó el goleador Gemán Lesman; y varios de los refuerzos finalizaron bruscamente su vínculo con el arribo de Darío Franco, para un borrón y cuenta nueva.

Hay cuota de responsabilidad de la dirigencia que encabeza Gastón Defagot, como también vale decir que se recostó en las decisiones de un asesor deportivo al que nadie hubiera cuestionado al ser designado: Diego Klimowicz. Conocedor y con sentido de pertenencia. Parecía combinación ideal.

La conformación del plantel era su potestad aunque, hay que decirlo, primó el capricho de Gómez para la contratación de jugadores de su riñon: Lesman, Ricardo Blanco, Franco Olego...

Con Franco comenzó otra etapa, pero ya se habían perdido meses valiosos. Aún así, Instituto estaba a tiempo porque ningún equipo se animaba a ser candidato en serio. A tal punto que el torneo se definió en un desempate entre rivales que no le ganaron a la Gloria (sendos empates con Aldosivi y con Almagro).

Como también es cierto que finalizó a escasos cuatro puntos del primero. Pero en su campaña, Instituto no logró ser una fuerza compacta y convincente. Rescató puntos o victorias sobre la hora, como ante Los Andes, Nueva Chicago y Agropecuario, y enhebró una racha positiva con actitud, pero con el juego ausente.

Aún así, completó la ronda invicto como local. Pero le tocó definir de visitante. La jerarquía de su técnico, los nombres en su plantel, caso Lucas Hoyos, de enorme recuperación para pasar de varios actos fallidos a ser la figura del equipo. Más los chispazos de calidad de Javier Mendoza y la explosión en la red de Castelli. Todo, más el nombre de Instituto, que en la categoría pesa.

Así fue a Junín, en clara desventaja y de todos modos  sabiendo que sería un duelo parejo, como resultó serlo. Faltó más audacia, la determinación de quemar las naves cuando lo único que servía era ganar. Pero el empate en cero no fue lo que privó a la Gloria de la chance de ascenso. Fue lo definitivo, sí, pero no lo único.

Instituto seguirá al menos un año más en la B Nacional, y suena a demasiado castigo, por la cadena de desaciertos a la hora de encarar el torneo, que era "el" torneo. Debía aparecer en al dimensión de gran candidato, y no lo hizo. Por eso en su glorioso centenario, no tendrá el festejo principal.