Por Jorge Nahúm.
Darío Franco intentó componer la mejor cara para dar la noticia. Ezequiel Videla, su jugador fetiche en Instituto, no continuará en el club y abandona el proyecto del ascenso.
Gastón Defagot no ocultó su desazón. La decisión del volante lo afectó, desde del entorno del presidente aseguran que no pega un ojo desde hace un par de noches, cuando Videla le comunicó que quería irse.
Tanto Franco como Defagot evitaron caer en los reproches y apuntaron a dar vuelta la página y concentrarse en que el objetivo de subir a Primera no se desdibuje.
La realidad es que Instituto perdió dos valores importantes, dos titulares inamovibles a los que quiso retener y a los que le costará reemplazar. Y por rendimiento, extrañará más a Guido Mainero que a Videla.
El volante argumentó que las amenazas recibidas por su familia colmaron el vaso y por eso optó por dejar el club. Amenazas que, al parecer, fueron a través de las redes sociales y que no habrían sido denunciadas por el jugador.
Si ocurrieron realmente, desde ya son repudiables, un acto de cobardía que no merecen ni Videla ni ningún otro integrante del plantel. Ahora bien, el propio Videla es un futbolista curtido. Conocía el paño de su paso anterior por Alta Córdoba, se topó con hinchas pesados en serio en Racing de Avellaneda, el sobra experiencia para manejar este tipo de situaciones. El argumento de las amenazas suena más a excusa.
Y es que se instaló la versión de que continuará su carrera en Paraguay, donde su ex compañero Sebasitán Saja lo convenció rápido para sumarlo a Guaraní con Copa Liberadores entre los desafíos.
Y este Videla que volvió con la promesa de quedarse en su Córdoba natal, cerca de sus afectos y por pedido de su propio círculo familiar, no alcanzó a desarmar las valijas que ya las preparó de nuevo. Por lo menos tendrá que resarcir en lo económico al club que le dio con todos los gustos y lo cobijo para que volviera a sentirse un valor importante. En lo económico podrá resarcirse. En el sentimiento que le deja al hincha, no.
Defagot, Instituto, muchos de sus hinchas, confiaron en él para capitanear el intento de regresar a Primera. En la cancha no venía cumpliendo. Y fuera de la cancha defraudó.