Por Gabriela Martín.
La frase "Lo hago por mis hijos" se convirtió en una de las más utilizadas por los padres separados en época de vacaciones. Una etapa en la que deben organizar la tenencia de los chicos y en la que surgen las disputas.
La Licenciada Sonia Kleiman, Directora de la Maestría en Vínculos y Familias dictada en el Instituto Universitario Hospital Italiano (IUHI), se refiere a la problemática que se intensifica durante este período: "En otros momentos, acudir a la ley estaba más ligado a encontrar una regulación, una manera de organizar de otra forma la familia, la pareja, los hijos. Ahora, observamos una especie de compulsión a denunciar y a acusar a otro mediante la Justicia. Como parte de un litigio continuo".
En muchos casos, al producirse la situación de desvinculación de una pareja con hijos, los padres suelen sentir angustia y tristeza, pero predomina un estado de rabia, revancha y desilusión porque se desarmó una especie de proyecto socialmente valorado en algún momento, que era la familia tipo.
Cuando la separación toma ese rumbo, la frase “lo hago por mis hijos” queda totalmente de lado. “Si hay algo que necesitan los hijos es cierto grado de coherencia, cariño, protección”, explica la especialista.
Y agrega: “Creyendo que los están protegiendo, los ponen en la primera línea de fuego y nosotros notamos que eso los afecta, porque tienen que tomar partido, hacer declaraciones o pensar mal del otro padre, cuando en realidad están en un momento en el que podrían requerir de una manera diferente de cada uno”.
Cuando llegan momentos específicos, como las vacaciones, las problemáticas se intensifican. "En ese momento se pone en juego socialmente lo relacionado con lo familiar, entonces hay una especie de tironeo, donde se ve más la idea de propiedad que lo amoroso, lo afectivo o la posibilidad de rearmar situaciones", expone la doctora Kleiman.
Y sigue: “Muchas veces, no tienen en cuenta qué es lo que desean, cómo lo pueden armar, cómo lo podrían pasar de la mejor manera posible, y siempre hay un mar de fondo de culpabilización y de acusación que desvirtúa todo esto”.
En estos casos, la zona de reconocimiento y valoración de dos personas que en algún momento estuvieron juntas y tuvieron un hijo se desvirtúa con las peleas. Según la Licenciada, cuando llega el momento de tomar decisiones, ya no tiene nada que ver con un viaje o con la posibilidad de disfrutar, sino que comienza la disputa: no se firman los permisos o piden otras cosas a cambio, entonces se transforma en una especie de cambio de figuritas que generalmente es arrasadora para los hijos.
Cómo afecta a los hijos
Es un error pensar que si las disputas surgen en un ámbito privado, lejos de los hijos, ellos no sufren. Los chicos sienten, perciben, notan la tensión y hasta la rabia en las caras de sus padres, haciendo que ellos tengan que tomar partido, se sientan mal o culpables por ver a un padre victimizado y no poder hacer nada.
“De alguna manera, los chicos tienen que usar muchos recursos emocionales que podrían estar usando para otras cosas, porque deben aprender a maniobrar con estas cuestiones y sus padres, entonces es como que de alguna manera tienen limitada su vida emocional y lúdica”, explica Kleiman.
Otro error a considerar, es que a veces los padres sienten que la separación/desvinculación los puede afectar. Sin embargo, una separación bien tratada no tiene por qué interferir en el crecimiento del niño. "La afectación es lo importante, pero no la separación, no la desvinculación", concluye la especialista.