El Síndrome de Hikikomori (aislamiento, en español) es un término acuñado por el psiquiatra Tamaki Saito, en el año 2000, y que apunta a una forma voluntaria de aislamiento social debido a factores personales y sociales. Este síndrome afecta fundamentalmente a jóvenes y adolescentes y, de acuerdo a los estudios realizados sobre esta temática, tiene mayor incidencia en varones.
Pese a que se consideraba que era una condición que se daba solamente en Japón, ahora se sabe que diversas condiciones han llevado a que se manifieste en otros países.
Una encuesta gubernamental reveló que existen unas 541.000 personas (el 1,57% de la población) en Japón con este Síndrome, pero muchos expertos creen que la cifra total es mucho más alta, ya que tardan muchos años en pedir ayuda.
Según informó la BBC, en la vecina Corea del Sur, un análisis de 2005 estimó que había unos 33.000 adolescentes socialmente aislados (el 0,3% de los habitantes) y en Hong Kong una encuesta de 2014 calculó que alcanzaba el 1,9% de su población.
Pero no solamente tiene lugar en Asia, también se han detectado casos en los Estados Unidos, España, Italia, Francia, entre otros países.
En esta línea, la psiquiatra española Ángeles Malagón Amor encontró con 190 casos en su país entre 2008 y 2014. "En ese momento, había dos psiquiatras y dos enfermeras para más de un millón de pacientes", cuenta la especialista, pero asegura: "Yo creo que tiene que haber muchos más casos".
Pese a que en principio se puso especial foco en la tecnología como la responsable de esta condición, el psiquiatra e investigador TaeYoung Choi, que trabaja en la Universidad Católica de Daegu, en Corea del Sur, no cree que sea la causante del aislamiento, pero afirma que puede profundizarlo. "Algunas personas se aíslan más usando la tecnología", señala.
A su vez, los especialistas consideran que el aislamiento social podría ser síntoma de otras condiciones como la depresión o el trastorno de estrés postraumático.
El síndrome en la Argentina
En nuestro país, este síndrome se empezó a observar desde hace algunos años atrás, principalmente en chicos que tenían antecedentes de estados depresivos durante la infancia", detalla la revista Buena Salud.
La detección temprana del desarrollo de este síndrome es esencial para su correcto tratamiento.
La vida de estos jóvenes transcurre en una habitación y, como refugio, acuden al mundo virtual. Así, la televisión y los videojuegos se transforman en su único marco de referencia. Producto del encierro y el hermetismo, pierden sus habilidades sociales para relacionarse con el mundo exterior.
Es importante destacar que, aunque estos jóvenes se refugien en la tecnología, no la utilizan como un medio de contacto con otras personas. Su aislamiento, en este sentido, es extremo. Estudios recientes pusieron de manifiesto que sólo el 10 por ciento de los que padecen este síndrome utilizan Internet para relacionarse con otras personas.
Según detallan los especialistas, los jóvenes con Hikikomori coinciden en ciertas conductas y creencias: aseguran que su vida escolar es miserable, se sienten fatigados por el estudio, dicen no tener buena comunicación con sus padres, sienten acoso moral por parte de sus compañeros, aseguran estar muy exigidos por sus progenitores y piensan que no pueden cumplir con sus altas expectativas. Se sienten incomprendidos.
¿Cómo detectarlo?
A la hora de la detección, y la prevención, los padres juegan un rol fundamental. Los psicólogos enfatizan en que son ellos quienes deben estar atentos a los primeros síntomas de aislamiento, ya que estos se manifiestan de manera progresiva.
En caso de notar que su hijo está irascible, pide faltar recurrentemente al colegio o intenta desvincularse de sus amigos y de las actividades sociales que realiza, se recomienda visitar a un profesional para que pueda orientarlos en cómo abordar el caso.
A su vez, los especialistas destacan que es necesario poner límites, pero desde el amor, la contención y la seguridad. Así como también, mantener un contacto constante con ellos, pero sin invadir su espacio.
El "Hikikomori" en primera persona
Tomoki tiene de 29 años y abandonó a su trabajo en 2015. En aquel momento, tenía pensado recuperarlo y quería ir a visitar a sus compañeros, según cuenta a la BBC. También asistía a un grupo religioso casi a diario, pero el líder del grupo comenzó a criticar públicamente su actitud e incapacidad para volver al trabajo.
Esto lo llevó a alejarse de las sesiones religiosas y, esta situación, sumada a la presión de su familia, lo llevaron a un aislamiento completo.
"Me culpé a mi mismo", reconoce hoy, ya en tratamiento. Y afirma: "No quería ver a nadie, no quería salir al exterior".
Hoy estos casos crecientes que alertaban a las autoridades de Japón han llegado a occidente y están obligando a los profesionales a prepararse y a aprender de oriente para poder abordarlos. Pero también es un desafío para los gobiernos y para los padres, que tienen que actuar en la prevención.