Por Fabricio Esperanza.
Para plan de fin de semana, nada mejor que comprar una buena tira de asado y echarla sobre la parrilla para degustarla con la familia o entre amigos. Algo tan fácil y simple como realizar una compra en la carnicería lleva menos de 10 minutos, un lapso que dista muchísimo de los casi tres años que le lleva a un criador obtener una vaca y sus posteriores terneros para faena. Y si esto ya es una tarea difícil, qué decir del trabajo que lleva conseguir un toro con la mejor genética, alimentarlo, cuidarlo, higienizarlo, amansarlo, cepillarlo y acariciarlo (sí, leyó bien, acariciarlo forma parte del laburo), para convertirlo en el gran campeón de una competencia internacional.
Día a Día se fue hasta Buenos Aires, donde este domingo 30 de julio culmina la Exposición Rural de Palermo, uno de los eventos que reúne la mejor ganadería del país y del mundo. Allí dialogó con Darío y Andrés Groppo, quienes son parte de una familia dedicada a la cría de bovinos en Bell Ville, y que lograron el premio Reservado Gran Campeón en la raza Brangus por un toro por el que, segundos después de su galardón, se pagó nada menos que en 940 mil pesos.
Mientras Andrés se puso a disposición del fotógrafo para ubicar al torazo, Darío fue el encargado de responder las preguntas.
–¿Cómo es el laburo para tener un bicho así?
–Este animal tiene un poquito más de dos años, y su proceso es mucho más complicado que el de una vaca que va a consumo porque esto es la genética que se pone para la producción, es decir la fábrica del rodeo que después se va a faena. Su ciclo se inicia con la selección de una madre donante separada exclusivamente para esa tarea, se fertiliza in vitro otra vaca receptora que va a dar finalmente las crías de la primera. Cuando nace la cría, se evalúa su potencial y si es buena se la separa del resto, y ahí empieza la otra parte de la historia.
–¿Qué características tiene esa otra parte?
–Es un trabajo de protección diferenciado. Se hace el destete del pie de la madre en primer lugar, y comienza toda una alimentación especial que se mantiene durante los próximos dos años de vida. También el animal es ubicado en un lugar con mejores condiciones y entorno que el resto. Ni hablar de la sanidad, eso es muy importante y se pone especial énfasis. Todo el tiempo lo estamos cuidando, controlando.
–Le dan más cuidados que a una esposa.
–¡Jajaja! Sí, pero que no me escuche. Es que es así, son las 24 horas con gente que en todo ese lapso, hasta que el animal viaja a la exposición, está encima. Y eso no es todo, porque finalmente llega el tramo de preparación del animal para la competencia.
–¿Más mimos todavía?
–Sí, y también un trabajo que no es sencillo, porque hay que desarrollar el amansamiento para que entre en contacto con el factor humano. Ahí se convierte en un animal de bozal, se domestica, se lo hace caminar todos los días con distintas personas, se comienza a usar la piqueta, que es el elemento con el que se lo para y posiciona, se le hacen cosquillas, lo rascamos...
–Pará, no sé si escuché bien lo último… –¡Jaja! Sí, se lo rasca y se le hacen cosquillas, se lo habla para que se acostumbre al sonido de la persona que lo camina, se lo mima en definitiva. Y ya cuando entra en competencia, hay un presentador que es el responsable de llevarlo ante el jurado, que en este caso es mi otro hermano, Mauricio.
–¿La presentación es importante en la competencia?
–Sí, por supuesto. Todo ese trabajo de años culmina en los pocos días en que se traslada el animal hasta la exposición y participa, así que hay que extremar los cuidados. Se mantiene siempre impecable, brillante, higienizado. Más que nunca el personal está arriba para supervisar todo: las raciones, el agua, el cepillado, mantener limpio el lugar donde está ubicado.
–Por lo que se ve, además de laburo hay pasión en esto.
–Por supuesto, si no sería muy difícil, como ocurre con todas las cosas que se emprenden. Esta es una actividad que si bien requiere largos periodos de preparación, la obtención de resultados como los que tuvimos ahora con este ejemplar y con varios más que trajimos, devuelven el sacrificio. Mi abuelo Dante empezó esta cabaña que se llama La Sultana, la continuó mi padre, y ahora también estamos nosotros.