Carina, una seño de película

Una profesora del René Favaloro pidió para su cumple que le regalaran entradas al cine para poder llevar a sus alumnos a ver una película.

Carina, una seño de película
La seño Cari y sus alumnos de la escuela Favaloro\u002E

Por Natalia Lazzarini

Por el caos de tránsito y la velocidad que impone la vida cotidiana, tener que ir al centro puede resultar un fastidio. Sin embargo, para muchos niños de la ciudad de Córdoba, visitar las callecitas empedradas del Museo de la Memoria, encontrar artistas en cada esquina y corretear las palomas, se convierte en una experiencia singular.

Al menos así lo vivieron los 365 alumnos de la escuela René Favaloro, de barrio 16 de Noviembre. Por el empeño de una profesora tozuda y el impulso de un colegio que pelea por la igualdad de oportunidades, los estudiantes no sólo se sorprendieron con los personajes de la peatonal. También pudieron ir al cine, en una buena proporción, por primera vez.

Este es el detrás de escena de una historia que ya fue narrada por radios y canales. Historia mínima, por haber tenido lugar en una pequeña porción de esta enorme cuidad. O máxima, por los logros alcanzados.

* Mirá "Se cumplió el sueño de la seño Cari ..."

Profeta en su tierra. Dos días sin dormir. Así estuvo la profesora de Educación Física Carina Bologna –46 años y cabeza dura, así se define–. Había ido con sus dos hijos al cine a ver Piratas del Caribe cuando salió con una sensación agridulce. "Ojalá todos los chicos de mi escuela tengan esta misma oportunidad".

Cuando regresó al colegio, ubicado al noroeste de la ciudad de Córdoba, preguntó a la clase quién había ido al cine. Apenas el 20 por ciento levantó la mano. Y continuó: “¿Quién de ustedes conoce el centro?”. Sólo la mitad.

La René Favaloro recibe alumnos de dos barrios tradicionales: 16 de Noviembre y Villa Cornú, que en su momento fueron urbanizaciones policiales. Pero, con el crecimiento de la brecha social, un nuevo actor se presentó. Niños y adolescentes de asentamientos rodeados por barrios cerrados, que viven en terrenos ganados por basura fácilmente inundables.

“Es muy dura la realidad. Muchos niños no recuerdan el día de su nacimiento, porque nadie festeja sus cumpleaños. Nunca tuvieron un libro en su casa y tampoco una fotografía”, cuenta la seño Cari, vestida de china y a punto de bailar una chacarera en la escuela, por el Día de San Jerónimo.

La historia continúa de esta manera: dos días después de aquel evento que le quitó el sueño, Carina cumplió 46 años. El 7 de junio, con la idea dando vueltas en la cabeza, salió a andar en bici. Y cual iluminación de un profeta que necesita salvar a su pueblo, volvió con la solución. Entró al Facebook y escribió: “Ya sé lo que quiero que me regalen: una entrada al cine”.

Lo que nunca imaginaría es que su pedido traspasaría las fronteras. Y que, a punto de verse realizado su sueño, continuaría sin poder dormir. Ahora por la emoción de estar cerca de cumplirlo.

Llegó el día. El 29 de junio, los alumnos de primero a tercer año iban al cine a ver Jefe en Pañales. Emocionados, padres y abuelos despedían a sus niños, cual si fueran jugadores de fútbol de primera división. A los que faltaban, los iban a buscar.

“Ohhhhhhhhh”. Esa fue la expresión al entrar por primera vez a una galería céntrica, seguido por caritas de asombro y palabras de exclamación. Una vez en la sala, la luz se apagó, la pantalla se extendió a los costados y el corazón latió con fuerza.

El haz de luz del proyector obnubiló a varios, hipnotizados por las imágenes tan grandes. Las caras de asombro continuaron en el camino de regreso a la Plaza San Martín, donde el colectivo aguardaba.

El artista plástico que trabaja los aerosoles, el músico que toca la guitarra, las fotos de los desaparecidos del Museo de la Memoria. Todo se descubría con asombro, como quien abre por primera vez los ojos al mundo.

El martes pasado, la odisea se cumplió con los cursos más grandes. Ellos sí, vieron Piratas del Caribe.

Pero lejos de rendirse en los laureles, la escuela René Favaloro va por más: “Nuestro próximo proyecto será explotar la biblioteca. Quiero recibir donaciones, tener muchos libros. Que ellos se los lleven a su casa y que los cuentos vuelen por todo el barrio”.

Así fue cómo, en este rincón pequeño de nuestra enorme ciudad, una escuela puso en pausa la desigualdad. En términos de la seño Cari: “Somos conscientes de que no podemos cambiar el mundo. Pero si por un instante podemos lograr que todos los chicos tengan las mismas oportunidades, entonces habremos cumplido nuestra misión”.