No es poco que una obra se reponga. Y mucho menos que esta situación se vaya a vivir en el Teatro del Libertador.
Se trata de La odisea del Principito, una maravillosa adaptación del libro de Antoine de Saint-Exupéry encarada por Babel Recursos Artísticos y que este fin de semana se podrá ver en el Teatro del Libertador.
Será este sábado, a las 21, y el domingo 2, a las 20, con entradas que van desde los 140 a los 870 pesos, por Autoentrada.
Darío Pedreira es el director y habla sobre lo que significa volver a ponerla en escena: “Lo distintivo es el escenario. Pero que se reponga es una virtud. Por ahí la mirada se pone mucho en los estrenos y en esta cosa consumista de más y más. Pero este es un clásico posicionado, que tuvo cuatro nominaciones provinciales en distintos rubros. Fue un fenómeno cómo concurrió gente en Córdoba, Río Cuarto, Villa María, Las Varillas y otros lugares. La obra funciona muy bien y eso hizo posible que el director del Teatro del Libertador lo haya visto, nos haya convocado y nos diera un fin de semana. Es algo raro para el teatro y las producciones de Córdoba que esto ocurra.
–¿Qué te genera llegar a semejante escenario?
–Tengo casi 30 años en esto. Y un amigo, que es técnico, me dice: ‘Darío, no importa cómo salga. Tengo que sacarme una foto ahí’. Es una cosa profesional muy fuerte. Y otra cuestión muy importante para mí es que dos de mis hijos están en la obra y estarán sobre ese escenario. León, mi hijo más chico, es El Principito. Él, desde pequeño, creció entre escenarios y siempre le gustó. Y ahora se incorporó una del medio, que quiso participar después de ver la experiencia positiva de su hermano. Todo esto se va dando espontáneamente. Nosotros no propiciamos que se suban a nuestro camino. Ana, mi mujer, es una excelente bailarina y coreógrafa. Y parece que criamos artistas. Je. Veremos qué pasa con ellos más adelante. Por lo pronto, esta resultó una muy buena adaptación y a la gente le encanta cómo la abordamos. Hay un gran sentido plástico, con los volúmenes, los colores, los plásticos, los muñecos.
–¿Es más difícil lograr la atención de los chicos que antes?
–No. Esto es teatro. Una obra cautiva porque es pensante el producto. Pasa que el niño es muy menospreciado. Al niño se le ponen dos personas con unos pelos de colores y a bailar con musiquitas berretas y creen que eso es divertimento para niños. Nosotros competimos con calidad clásica. Somos multitarget etariamente a nivel niños porque primero no banalizamos el idioma. No perdemos la complejidad del idioma porque asumimos que el niño vive en un mundo de adultos y se adecúan constantemente. Y ellos se abren paso como pueden. A partir de eso, nosotros preservamos los conceptos de Saint-Exupéry. Respecto a la plástica, tenemos muñecos que son cautivantes. Y los más chicos se quedan enamorados de El Principito, con el que hacen una extrapolación y se sienten representados. O con la magia de volar, porque El Principito vuela sobre la platea. Se vuelven sensaciones que los más chiquitos disfrutan mucho. El éxito de la obra es que la sala se llena y es impresionante que no vuela ni una mosca. Hay una gran concentración y la gente todo el tiempo está esperando la próxima escena. Estamos contentísimos que eso suceda.
–El público reconoce la calidad y lo ambicioso de la producción. Están poniendo la vara muy alta...
–Siempre intentamos hacer eso. Pero no siempre da resultado. Tuve obras que han tenido muchísimos dispositivos en escena que son sorprendentes, pero que no pegan tanto. Pasa que este es un clásico. Lo bueno fue que no defraudamos a los amantes de El Principito. No quiero minimizar, pero estamos muy contentos con este bebé. Pasa que es áspero el perfil, áspero el circuito. A nosotros no nos cabe tanto lo comercial, sino que intentamos comercializar un circuito auténtico de expresión artística. Y eso es más difícil.