Por Verónica Suppo
De la comedia a la tragedia: un viaje sin retorno desde hace 10 años para el Teatro Comedia, que sigue siendo un espacio vacío desde el tremendo incendio en la madrugada del 28 de junio de 2007, cuando las llamas se llevaron esta sala por completo. Una década después se levanta una estructura inconclusa por falta de fondos.
Desde el municipio confiaron a Día a Día que se necesitan 60 millones de pesos para que pueda ser reinaugurada.
Como protagonista de una serie con varios capítulos, el edificio del Teatro Comedia vivió una década de anuncios tras anuncios. Desde el primero, en la misma gestión de Luis Juez, cuando daba cuenta que en 180 días estaría terminado, hasta promesas de campañas electorales, “nuevos públicos” con okupas que dormían entre los escombros de esta sala céntrica, hasta los últimos pasos en 2014: la estructura y esqueleto de un nuevo espacio cultural, en la que la administración de Ramón Mestre llegó a invertir 15 millones de pesos.
Desde ese año hasta la fecha, los capítulos de esta tragedia se sucedieron casi idénticos: reiterados pedidos desde el municipio al Gobierno nacional para conseguir fondos para su reinauguración.
“Me voy a volver loco si es necesario porque ando día a día, sábados, domingos, tratando de gestionar estos fondos para un nuevo teatro, acorde con los tiempos del siglo XXI”, confiesa el secretario de Cultura municipal, Francisco Marchiaro, quien aclara que esta administración lo recibió destruido por completo y sin avances de la gestión anterior de Daniel Giacomino.
“Lo que hicimos fue reunir a los tres sectores: elencos estables, referentes del teatro independiente y otros elencos para realizar reuniones y se consensuó con el área de Arquitectura que se necesitaba un teatro acorde a este siglo. Se hizo un estudio serio que nos permitió conocer que nada de lo que había quedado en el lugar servía”, dice Marchiaro.
Sobre esa evaluación se diseñó otra sala, con capacidad para 600 butacas y que se proyecta que “sea compatible con el ecosistema teatral” de la ciudad, de acuerdo con lo que se describe desde la Municipalidad.
El único avance en estos 10 años fueron las tareas de remoción y limpieza que se realizaron en las gestiones de Juez y Giacomino y que se completaron en la primera administración de Mestre. A éstas se le sumó la construcción del esqueleto del nuevo teatro, pero que no avanza desde hace casi tres años por falta de fondos. Y desde ese momento la Municipalidad reclama al Gobierno nacional partidas para terminar la obra.
Lo último. Ya en marzo de 2016, Mestre daba su primer discurso de su segundo mandato en la apertura de sesiones ordinarias del Concejo Deliberante y esperaba cosechar con el triunfo que le dio Córdoba al presidente Mauricio Macri fondos para la ciudad.
En ese contexto había anunciado aportes nacionales para terminar las obras de recuperación del Comedia, “La Piojera” y el Pasaje Aguaducho. Nada de esto sucedió.
“Se demolieron las ruinas del edificio y se empezaron las obras con fondos de la Municipalidad, se cavaron dos subsuelos, se pusieron las estructuras, escaleras y los entrepisos hasta 2014, mientras hicimos las gestiones porque esto para la Municipalidad de Córdoba genera un estrés financiero, excede a lo que se puede hacer por los costos, por lo que estas obras se hacen con aportes de otros estamentos”, insiste Marchiaro.
“Permanentemente desde que iniciamos la gestión municipal a este momento se hicieron los pedidos a los distintos ministerios con distintas alternativas”, agrega el funcionario, y adelanta que se espera tener las partidas para que pueda quedar terminado, de acuerdo con los mismos pedidos del intendente, en marzo 2019 para el Congreso Internacional de la Lengua.
Por lo que en el mejor de los escenarios, el Teatro Comedia volvería a abrir dentro de dos años, toda una incógnita sin fecha ni comienzo de obra.
Por lo pronto, lleva tres intendentes y ninguna previsión certera para que vuelva a ser la sala de la calle Rivadavia.
De privado a público
El Teatro Comedia fue de gestión privada a lo largo de 92 años, hasta que sus últimos propietarios deslizaron que lo derrumbarían para construir otra cosa.
De inmediato, ni lerdos ni perezosos los funcionarios municipales de la administración Juez iniciaron una campaña a lo Cinema Paradiso, para rescatar ese querido teatro. Al coro se sumaron los infaltables concejales, que el jueves 5 de agosto de 2005 aprobaron una ordenanza que declaraba a la sala “componente del patrimonio arquitectónico y urbanístico”.
Tras eso, el Municipio formalizó la compra por 1.400.000 pesos equivalentes a unos 400.000 dólares, al cambio de entonces. Y todos contentos.
Pero no. Ahora bien, la pregunta es ¿se estaba “salvando” realmente la sala al comprarla?
El problema era que la ley 14.800 sancionada en 1959 no ha sido reglamentada en medio siglo y su cumplimiento era materia de discusión entre los abogados y sus dos bibliotecas.
Esa norma establece: “En los casos de demolición de salas teatrales, el propietario de la finca tendría la obligación de construir en el nuevo edificio un ambiente teatral de características semejantes a la sala demolida”.
Con todo, la compra se hizo efectiva en agosto de 2005 y en menos de dos años, el lugar quedó en ruinas. En todo ese tiempo, el espacio no contaba con la habilitación de Bomberos aunque “sus condiciones de seguridad se ajustaban perfectamente a lo que exige la ley”, argumentó el titular de la Secretaría de Protección Humana de la Municipalidad, Daniel Maldonado, en la mañana siguiente al incendio.
Emitido el 5 de julio de 2007, el informe de Bomberos determinaría que el siniestro fue provocado por un cortocircuito.
Luego, se informó que el proyecto demandaba 3.000.000 de pesos (unos 850.000 dólares) y hasta se abrió una cuenta bancaria, para todos los que desearan aportar. Todo quedó en nada, hasta que en diciembre de 2011 se inició el actual plan de reconstrucción.
Hay que destacar que se hicieron avances significativos sobre todo en la construcción de la estructura, pero ese envión inicial perdió fuerza y la realidad, es que más allá de las buenas intenciones, el lugar está habitado por colchones viejos, algunas botellas rotas y el silencio.