Siempre es bravo enfrentar a Brasil. Y sin embargo, es tan seductora la idea... Sobre todo si hay una victoria con pasaje a la final de la Copa América, como premio de esa conquista.
La Selección argentina, de discreta actuación en el torneo aunque va de menor a mayor, puede dar un golpe de efecto en Belo Horizonte. Ganarle a Brasil tendrá el fuego, la pasión y la intensidad de un enamoramiento.
Le hace falta a esta Selección después de su opaco Mundial. Volver a gustar, a acaparar las miradas, a robar los corazones. A estremecer.
Ganarle a Brasil en su tierra será el mejor triunfo de los últimos tiempos. Una reivindicación. Una cura a tantas estocadas. No será tarea sencilla, más para esta Selección en la que emergen Lautaro, De Paul y Paredes, pero aún depende demasiado de un Messi hasta aquí apenas presencial.
Depende de Messi para ser superlativa, ya que hasta aquí fue utilitaria. Como en el triunfo sobre Venezuela, casi sin objeciones.
Y por cierto, que el DT Lionel Scaloni no descoloque con sus cambios, porque el rival de turno no perdonará.
Enfrente, un Scratch al que también le cuesta hacer valer su peso en oro. Que da la senación de que convertirá el segundo gol antes que el primero, que sufrió por demás ante Paraguay que no aparece como invencible ni mucho menos. Pero es Brasil.
Y ese sólo hecho ya convierte el partido en un duelo formidable, una pulseada entre titanes, una final en la semifinal.
Y seguramente, un antes y un después por el partido que esperaba todo el mundo. Y que todo el mundo quiere ganar.
