La localidad de Santa Ana, en el departamento Federación, está por estos días en el centro de la opinión pública por tratarse de una de las zonas de Entre Ríos con el escenario epidemiológico más comprometido.
La localidad de 1795 habitantes, según el último censo, lleva un acumulado de 14 casos positivos en pocos días y entre los pacientes hay una menor de 10 años. Pero esta pequeña y pintoresca localidad ubicada sobre la costa del Río Uruguay guarda una historia de resiliencia que habla del sentido de comunidad en su máxima expresión.
Santa Ana fue fundada por mandato del gobernador de la provincia de Entre Ríos, Justo José de Urquiza, en 1848. Comenzó siendo una estancia ganadera impulsada por Santiago Artigas, junto con otras, en el Rincón del Mandisoví. Pero en la década 1970 Santa Ana iba a vivir el cambio más importante de su historia; en 1979 el Gobierno nacional emprende la construcción de la represa de Salto Grande, sobre el río Uruguay. La obra incluía el ensanchamiento y el re encauce del río que dio origen a la formación del lago artificial "Salto Grande". Santa Ana, al igual que la localidad de Federación y de Belen en Uruguay, quedó bajo agua. El 50 por ciento del pueblo fue inundado, fueron miles de hectáreas sepultadas para siempre y muchísimas familias que debieron desprenderse de sus casas y del pueblo que conocían para enfrentar una nueva vida.
Santa Ana ya nunca más volvió a ser la misma, todas las familias de la época vieron con sus propios ojos como el agua avanzaba e iban desapareciendo las casas, los negocios, la escuela, la iglesia, las vías del tren y otros tantos espacios propios del pueblo.
En ese momento la Junta de Gobierno del pueblo no tenía personería jurídica, por lo tanto era imposible encarar cualquier reclamo en pos de la localidad. Hace poco tiempo Claro Toler, vecino de Santa Ana, contaba a Mirador Provincial como fue el momento en que el agua comenzó a subir: "Fue una gran tristeza. Íbamos a mirar cómo se iba tapando todo, dolor en el alma".
Toler contó además que uno de los puntos clave que perdió Santa Ana con el surgimiento del lago fue el ferrocarril y la estación, "que era la vida de Santa Ana". También perdieron la telefonía, "Teníamos la central telefónica con un empleado que atendía, todo eso se perdió", narró el vecino.
El agua también se llevó la única escuela secundaria que tenía el pueblo, "Antes era fácil llegar a Santa Ana, pero desde la represa los accesos eran pocos y malos. Así que al no venir profesores se cerró la escuela secundaria, los que pudieron iban a Chajarí, pero eran los menos, después tuvimos que esperar hasta el retorno de la democracia, unos 10 años después, para que Santa Ana vuelva a tener escuela secundaria", contó Toler.
Pasaron 41 años de aquel marzo de 1979 cuando los vecinos de Santa Ana durmieron por última vez en su viejo pueblo. Lo que vino después fue el desarraigo, el recuerdo, la melancolía y la tristeza de ver la vida, hasta entonces, diaria sepultada bajo el agua.
Ahora, con cada bajante del río es posible caminar sobre aquellos terrenos de la vieja Santa Ana e incluso encontrarse con los cimientos de las construcciones que quedaron bajo agua. Los vecinos se acercan y reconocen su propia casa, la iglesia, la plaza y hasta encuentran elementos como joyas, utensillos y herramientas que duermen en el lecho como testigos de aquella vida pasada.