Hubo un ganador: Milei. Hubo un perdedor: Massa, más todo lo que representaba. En términos simplistas, perdió la continuidad y ganó el cambio. Pero todos sabemos que el cambio no es una foto sino un proceso y que por ahora la realidad es la misma.
Una realidad que muestra una economía destrozada, donde el gobierno saliente se tomó hasta el agua de los floreros, vaciando las cajas actuales y futuras en su intento por ser reelecto. Con un escenario social precario, luego de 20 años de intentar inocular en la población el concepto de que “donde hay una necesidad hay un derecho”, como si los recursos fueran infinitos.
El cambio será cultural o no será. Milei obviamente es una incógnita, tanto en sus capacidades como en su personalidad, que iremos develando con el paso de los días. No estamos acostumbrados a que un presidente electo diga “no hay más plata”. Mensaje sencillo de entender en una familia o en una empresa, donde “si no hay plata” se toman decisiones incómodas, dolorosas, no deseadas, pero se toman. Mensaje imposible de entender en la política, donde parte del negocio consiste en dar la idea (falsa) de que existe la posibilidad de un bienestar permanente para todos y con poco esfuerzo. Tenemos, una vez más, la posibilidad de modificar el rumbo, de hacer algo distinto, de innovar.
Existe la ventaja de que todos sabemos que el modelo populista actual no funcionó, no es opción viable, y ejemplos sobran. Entonces…¿por qué no intentar el cambio? Y ese cambio, guste o no, se hace con la política, con “la casta”. Pero con modos distintos y con personas que demuestren profesionalismo, compromiso con el país y una brutal honestidad.
Y con una mayoría ciudadana dispuesta a aceptar que se viene un tiempo de cambio, una transición, que será compleja. Si la paciencia social no aparece, el cambio quedará rengo. Porque hay muchos actores que hoy son parte de la política, de los gremios, de los movimientos sociales, del sector empresario y de algunas corporaciones, que verán afectados sus intereses. Y no sólo sus intereses ideológicos sino también económicos.
Por lo tanto, habrá resistencia. La democracia deberá usar todos sus anticuerpos para aceptar el cambio. No estamos ante un hito fundacional del país sino ante una posibilidad. Un poco de humildad y de saber que Argentina está formada por personas con miradas diversas, dará a los gobernantes la convicción y la templanza de evitar una mirada única, de gobernar para todos. Vale la pena intentarlo. Una vez más.