Valeria Gasa adoptó a Ezequiel cuando tenía sólo un año y medio, su historia de vida la impactó. "Conocí a Ezequiel allá por 2010, en lo que fue mi primera salida laboral como acompañante terapéutico. Me habían convocado para trabajar junto a un chiquito con parálisis cerebral, retraso madurativo severo y microcefalia", comenzó relatando Valeria a La Nación.
El pequeño vivía en el Hogar del Niño de Salto, provincia de Buenos Aires, desde los siete meses: "Mi labor era contenerlo, asistirlo, colaborar en el sistema de salud para su bienestar máximo. Compartimos muchos momentos, internaciones, viajes, escolarización. Desde un principio, con mucha dificultad debido a su parálisis cerebral, lograba pequeños avances que luego con mucho amor se transformó en lo que puede hacer hoy. Mi vida giraba alrededor de él. Y, muy lejos de lo ético, en las fiestas, feriados y cualquier ocasión que lo ameritara, lo trasladaba a mi casa donde vivía con mis padres. Pensaba siempre en mejorarle su calidad de vida", contó.
Después de un tiempo, la joven decidió que era momento de adoptarlo. Los padres biológicos de Ezequiel están vivos, pero son personas humildes que no pudieron hacerse cargo de sus necesidades. "Nunca había pensado en adoptar, pero él me pudo. Lo adoré desde el primer día que lo vi y su discapacidad no me condicionó para nada. Me presenté ante la jueza y le ofrecí un proyecto de vida para él", recuerda.
Valeria no solo tuvo que enfrentarse a la Justicia, sino también a sus propios familiares y amigos que no creían que la adopción de Ezequiel fuera una buena idea. "Te vas a arruinar la vida", le dijeron. "No camina y nunca va a caminar", insistieron.
Ya con Ezequiel en su casa, la cual adaptó de acuerdo a las necesidades del pequeño, Valeria advirtió que disfrutaba mucho de estar al aire libre. Navegando en las redes conoció la historia de Ignacio Muñoz, un padre ecuatoriano que fabricó bicicletas inclusivas para sus dos hijos con discapacidad, y se contactó con él. Muñoz le envió las instrucciones para fabricar su propia bicicleta, a la que bautizó KEDA 01, en honor a los hijos de Ignacio: Kevin y David.
Poco después se encontraron participando en carreras de running y bicicletas. Bajo el lema "si querés, podés", completaron desafíos en Concordia, Lincoln, Luján, Mendoza y la ciudad de Buenos Aires. Y en septiembre del año pasado participaron de Copahue Extremo, una competencia de 10K y 20K en la nieve -la cual conocieron juntos-.
"Pensaban que me iba a arruinar la vida, que iba a volverse muy compleja mi situación, pero estar juntos finalmente es lo que hoy me hace sentir feliz", cerró Valeria.