Opinión: Libros que valen la pena

La columna de Gillespi. 

Opinión: Libros que valen la pena
El trompetista Gillespi, el lujo de la noche del domingo\u002E

Mi debilidad consiste en abrir libros y empezar a leerlos. Así, anárquicamente. No pretendo terminarlos y sólo me conforma la idea de que puedan despertar mi curiosidad, al menos por unos minutos. En algunas ocasiones esos libros pueden atraparme por más tiempo, incluso algunos los he terminado. Los lectores aficionados vivimos un tiempo glorioso cuando entramos a esas viejas librerías de la Av. Corrientes y nos entregamos a una búsqueda frenética por las bateas de libros usados. En mi caso, esa búsqueda suele ser también anárquica. Algo así: que el libro inesperado aparezca frente y me invite a comprarlo.

Con ese sistema poblé mi biblioteca de adolescente. Allí convivían los clásicos (suelen ser los más baratos y jamás defraudan): Allan Poe, Cortázar, Borges, Juan José Saer, o los cuentos romanos de Alberto Moravia. Cambien las novelas de Dostoievsky, Julio Verne y Kafka. Ya en los ‘90, me encontré con algunos libros de divulgación musical como los del compositor y docente Aaron Copeland o algunos acerca del jazz, como el del crítico Nat Hentoff. Por aquellos años se editó la autobiografía de Miles Davis y otros libros biográficos de Charlie Parker y Duke Ellington.

Paulatinamente, las librerías multiplicaron su oferta de interesantes títulos hasta sobrepasar mi capacidad de lectura. Demasiados libros interesantes me aparecían de repente en cada vidriera. Han pasado tantos años y aún sigo eligiendo de mi biblioteca al azar. El sistema de elegirlos y leer un par de capítulos representa una zambullida por mundos apasionantes.

En los últimos días recibí el libro “Yo no estoy aquí”, de Pipo Lernoud, y desde ese día no he podido despegarme de él. Fue algo así como completar una trilogía deliciosa que empezó con “My Favorite Things- Conversaciones con John Coltrane”, un diminuto ejemplar que reúne tres conversaciones entre el músico y el periodista Michel Delorme, en donde el saxofonista trata de explicar en palabras aquellos sonidos que cambiaron el rumbo del jazz. El otro libro de esta gran trilogía es la delgada novela “Intervalo”, de Owen Martell, que se mete de lleno en la tormentosa vida del pianista Bill Evans. La trilogía se ha completado con el libro de Pipo Lernoud. “Yo no estoy aquí” es en principio una valiosa compilación de textos que comienzan con sus diarios personales del año 1964, manifiestos, canciones (entre ellas “Ayer nomás”), correspondencia personal y artículos diversos.

Los textos escritos por Lernoud como parte de la revista “El expreso imaginario” (la cual fundó junto a Jorge Pistocchi) representan un viaje alucinante por nuestra mejor música. Por esas páginas desfilan semblanzas de Astor Piazzolla, León Gieco, Serú Girán, Egberto Gismonti o Atahualpa Yupanqui.

Más adelante podemos encontrar las columnas de Pipo de la histórica “Canta Rock” (de la que fue el director) y también sus apuntes de ecología, incluso publicaciones de su página de Facebook.

Sus últimos años lo tuvieron como activo militante ecologista, dando conferencias por distintos lugares del mundo.

Es fundador y vicepresidente del “Movimiento argentino para la producción orgánica” y forma parte de una cooperativa de productores de alimentos orgánicos.

Protagonista clave de nuestro rock argentino, poeta y escritor precoz, Lernoud supo animar las noches del mítico boliche “La Cueva” y escribirle canciones a Litto Nebbia, Moris o Miguel Abuelo. Fue parte fundamental de nuestra historia musical y sus intereses diversos lo llevaron a ser un militante de la ecología, como así también un divulgador y productor de alimentos orgánicos en épocas donde nadie tenía demasiada idea de esas cosas.

Su restaurante “El rincón orgánico” de la calle Bulnes fue durante años el refugio de gente que se rebeló a un modo industrial de vida. Entre los cientos de visitantes ilustres, figura el beatle Ringo Starr, quien llego un buen día y se sentó en una mesa ante la mirada atónita del resto de los comensales: “¿Este es el restaurante de Pipo?”, dijo.