Hoy voy a escribir algo totalmente trivial. El mundo está esperando a ver si la Selección Argentina bla bla bla bla. Agoreros de la tele hablan de manejos de energía, sumado a chismes de botineras que “quitan la energía” a fulano o a mengano. Y yo, sinceramente, estoy enamorado, totalmente enamorado de una cantante australiana, que atrás de una peluca que le cubre la cara esconde una gordi boniti, de nariz machucada, ojos azules separados, y un talento que arrasa la Torre Eiffel y la convierte en una birome grande, pero una birome.
En cada una de las canciones habla del dolor de haber vivido una vida de chupeteo y excesos, muy finamente tratado, claro. Hay en ella una madurez hermosa, y tiene los dientes desparejos, y no sé de dónde saca tanta voz. Me enamoré, totalmente.
Paso las noches entre antibióticos y malestares, y lo único que hago es ponerla una y otra vez en youtube para que me diga que tengo que brillar como un diamante.
Le quiero el negro y el blanco. Le ha escrito canciones a todas las divas, a Beyonce, a Rihanna, como si fuera una vaca lechera con una sensibilidad medio pajuerana.
Si abrazara a Björk no sentiría nada, pero si abrazara a esta rubietona, se deshacería en mimos, porque es puro corazón.
Sé que esto es algo muy personal, y no sé si pueda interesarte, otros se enamoran de la China Suárez, y a mí me toca sufrir. Pero no me importa.
Es tan notorio el reinado de la mujer en cuanto a la canción, en donde ensalsan las buenas cosas que aprenden las niñas, ya que todas, y también los chicos, saben cantar, ya sea por Adele, o por Amy. A esta última, al igual que a Britney, las hubiera llevado a alguna parrilla para que coma proteína una, y para que la otra me prepare la ensalada. A Adele le hubiera llevado torta de ricota a la tarde para que me haga un té (ninguno de los dos tomamos mate).
Ariana Grande es una gran cantante, un tanto pendejuela, pero no le encuentro el fuego sagrado que tienen estas tigresas.
Tal vez porque aún está cachorra.
La mujer es un baluarte artísticamente, se convirtió en un éxito biológico. Son propagadoras de amor, de lo bello y del bien.
Mi novia se llama Sia, y será novia mía para siempre, como fue la señorita Emi en quinto grado. Les regalaría un perrito.
Bueno, ahora vayan todos a preocuparse por el futbol.
Besos
Casero