Por Javier Firpo (jfirpo@larazon.com.ar)
"La familia", así, entre comillas, es el tema medular de Nelson Valente en casi todas las obras que escribe y dirige. Es la célula, la matriz que gobierna su inspiración.
El teatro de Valente (“El declive”, “El loco y la camisa”, “Merezco que me maten a palos”) tiene a los gestos, las relaciones fraternales y conyugales, la violencia hogareña que se naturaliza y esa reflexión sobre si la felicidad consiste en sostener lo que uno ha construido hace años, como piedras basales de sus maravillosas criaturas.
Sucede también con "Sólo llamé para decirte que te amo", que pone la lupa en la familia, pero la familia como una carga, en las miserias, el egoísmo y en esas estructuras caprichosas y anquilodas que terminan oxidando la vida. "La protagonista ama a sus hijos, a su hermana, con los que vive, pero de pronto ellos se han vuelto un peso. En esa familia se armó un sistema, una rutina en la cual ella se lleva la peor parte. Es el sostén, tiene el poder en la casa, inclusive ejerce cierta violencia contra sus hijos, pero entrega su vida para mantenerlo", reflexiona Valente sobre "Sólo llamé...", que es la historia de Patricia, una docente, madre de mellizos veinteañeros y parásitos, quien sola con su alma se ocupa de sostenerlos afectiva y económicamente, además de mantener a su propia mamá, una veterana sexy, su hermana, una gruñona vendedora de cosméticos por catálogo que prefiere las mateadas al trabajo y, además, le da de comer a la novia de uno de los hijos, refugiada en el cuarto de los jóvenes.
Sorprende la calidad actoral de esta obra que tiene a Mayra Homar en el centro de la escena, muy bien rodeada por Agustina Sanguinetti, Fernando Rodriguez, Puchi Labaronie, Ramiro Delgado, Gonzalo Saenz, Julia Eva Saggini. No ofende decir que es un elenco prácticamente desconocido -inclusive para su propio hacedor-, que logra una labor digna de calle Corrientes -que por supuesto, tiene sus bodrios-, encomiable a partir de una fórmula eficaz: verosimilitud y grotesco, con dosis de risas y llanto. Valente es el capitán de este grupo al que estimula y alecciona, tranquiliza y aconseja, y a quien cuida como si fuera su familia -postiza-, para que no haya desbordes ni que la trama se aparte de la lógica necesaria cuando "el hogar" es el eje central.
La rutina de la casa de Patricia, tan angustiante -para ella- como entretenida para el público, cambia drásticamente cuando un llamado telefónico de alguien del pasado actúa de disparador para modificar el presente.
Hace años que el Banfield Teatro Ensamble -esa prestigiosa usina de espectáculos de la zona sur, cuyo director general es Valente- y Timbre 4 mantienen un intercambio de espectáculos y figuras. Se nutren, retroalimentan y enriquecen mutualmente porque sintonizan, hablan el mismo idioma y comparten una construcción que se basa en la confianza del público. "Puede sonar soberbio pero hemos logrado que el público se acerque al Ensamble y a Timbre 4 sin saber qué iba a ver, pero confiando en la calidad de lo que se le brindaría. Es un servicio extra que no muchas salas pueden brindar", piensa con certeza este interesantisimo teatrista.
Comedia dramática. Con M. Homar, A. Sanguinetti, F. Rodríguez, P. Labaronie, G. Sáenz, R. Delgado, J. E. Saggini. Dom., a las 15. En Timbre 4, Boedo 640.