Por Marianela Lavate
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Córdoba, Salta, Navarro, Bragado... fueron sólo tentempiés para un banquete que se haría esperar 10 años. El miércoles, en el estadio de Huracán, La Renga sirvió el segundo plato de una fiesta inolvidable. Inolvidable porque la Capital se le hacía esquiva desde aquella noche en el Autódromo, porque son muchos los que vivieron "El Ojo del Huracán" de adolescentes y el miércoles saltaban conmemorándolo con una década más encima. Porque fueron los de siempre, pero también los que no querían perderse una noche a puro rock. Y no decepcionaron.
“La Esquina del Infinito” se trazó en Patricios, el cruce de Caseros y Colonia fue copado por fanáticos que deambulaban entre trapos y camisetas, a puro cántico entre el humo de las parrillitas de choripán y hamburguesas. La cita era a las 22, pero la impaciencia ganó las calles y la convocatoria arrancó con la caída del sol, que iba a dar paso a una de las grandes protagonistas de la noche, la luna, en una velada primaveral, iluminó la cancha colmada.
Apenas pasada la hora prometida, los acordes de "Tripa y Corazón" robaron los primeros saltos de un pogo que hizo vibrar la torre blanca del Ducó. A sus pies, Chizzo entraba en calor la garganta para un baile con una lista que nada tuvo que envidiarle a la del sábado. Lo siguió "Nómade", del disco de la gira "Pesados Vestigios". El podio lo completó "A la carga mi rocanrol" y la boca de dragón encendió la mecha de campo, populares y plateas, todos alcanzados por un sonido que estuvo a la altura de la entrega de la banda.
Y nadie iba a poder dormir después... con "Almohada de piedra", el disco "Truenotierra" debutaba en el estadio del Globo, secundada por "Mirada de Acantilado". Como la pasión de los rengueros, la euforia fue in crescendo con "El twist del pibe", "Cuándo vendrán" y "Corazón fugitivo". En el medio pasó "San Miguel", que recuerda al joven fallecido por una bengala en La Plata, en el show de "Algún Rayo" de 2011; y "Blues Cardíaco", con un solo de la bata de Tanque que retumbaba en el pecho.
Los de Mataderos sorprendieron con "Paja Brava", que le permitió a Manu, que la rompió con el saxo con el que jugó a la par de las violas, lucirse con la quena. "Despedazado por mil partes", "Hielasangre" y "Al que he sangrado" volvieron a enardecer al público y Chizzo aprovechó para esbozar sus primeras: "Vamos a rockear a esta Ciudad medio dormida". Pero no había cansancio de mitad de semana, no había nadie pensando en trabajar el jueves, atrás había quedado el mal trago de la entrada, que pese a la buena organización, tuvo su momento tenso. La mesa estaba servida y había más por degustar, como un Tete en su mejor momento.
Sin embargo, cuando sonaba “En el baldío”, el Ducó se ensombreció. No fueron las luces, fue el sonido el que quedó mudo y el público sordo. Pero cuando parecía que el plato se enfriaba y en medio del aguante de los presentes, la canción continuó y alcanzaron unos pocos segundos para recuperar la temperatura. Ayudaron también “Bien alto” y “Arte infernal”, entre otros de una lista que le devolvió el rock a la Ciudad por más de dos horas y media. “Oscuro diamante”, “El viento que todo empuja” y “La razón que te demora” fueron una terna ideal para esperar el postre.
"Dejame ver qué hay para saborear esta vuelta"... bajo los reflectores ya encendidos, "El final es en donde partí" hablaba del regreso soñado de una banda que no se guardó nada y ofreció un menú que deleitó el paladar de los comensales. Agradecida "de corazón", La Renga bajó el telón "Hablando de la Libertad".