Después de algún que otro viaje y algún que otro desencuentro, volví a ver a mi amigo Juan, me lo cruce y como si el tiempo no hubiera pasado, me dijo “le debo alguna que otra historia de esas que voy encontrando en la diaria”, y cuando quiera le contesté, y así fue que de nuevo café de por medio, me contó de Boyerito.
Me contó Juan... “Es bueno conocer gente buena, le escribió José Leiva, hace poco a su mamá. Si bien nos conocemos, vale recordar esta frase por que una mañana de este tibio invierno, caminando por las costas del Xanaes tuve la oportunidad de mantener una enriquecedora charla, con él, ese petiso de una extraña simpatía, de voz suave que, después del saludo cordial, casi siempre te termina convenciendo que el electrodoméstico que te ofrece es el mejor”.
“Independientemente del comercio en el que trabaje es buen vendedor. Y no es casualidad, ya que rememora con orgullo haber comenzado desde muy niño como lustrabotas, donde debía tratar con respeto a sus eventuales clientes, habiendo sido él mismo el fabricante de su cajón para desarrollar tan noble tarea. Reconociendo la humildad del hogar en el que vivía con sus papás fue uno de los motivos para trabajar desde temprana edad”.
Agregó Juan, “punto y aparte fue cuando habló de su pasión: La actuación, que descubrió hace varios años y que desarrolla actualmente participando en el grupo local de teatro, habiendo actuado en varias obras teatrales en la cuidad y localidades vecinas.
“Y a esta altura olvidé presentarlo por su nombre, Juan Carlos Boiero o es más fácil decir como todos lo conocemos: Boyerito. Fue así como esa mañana charlamos con Boyerito que, junto a Noemí, su compañera de toda la vida, practicaban una de las más dulces tareas, pasear a su nieta. Párrafo aparte fue lo orgullosos que se sienten y la enorme responsabilidad que tienen ambos al ser ministros de la Eucaristía en la parroquia local. Cuánta razón tiene José, es bueno conocer gente buena, Boyerito y Noemí lo son”.
Autor y Fotografía: Juan O. Ávila.