El escritor norteamericano Grant Stoddard recibió un pedido muy especial por parte de su esposa y decidió cumplirselo.
La historia fue escrita en primera persona por el propio Stoddard en el sitio Men's health y se hizo viral rápidamente.
En plena búsqueda del mejor regalo de cumpleaños para su esposa, decidió ceder a un viejo pedido: hacer un trío. "Ya tenía joyas y ropa, y sus elecciones de moda son tan particulares que tampoco quería comprarle algo que luego fuera a devolver", escribió Stoddard.
"Comencé a pensar qué podía cumplirle una verdadera ilusión, y como yo suelo escribir en internet textos de cariz sexual, coincidió con que me escribió una chica felicitándome por uno de ellos. Fue entonces cuando comencé a barajar la idea", dijo.
En un par de semanas contactó a la chica, llamada Carla, y le pidió fotos. "Era morena, alta, curvilínea... perfecta. En su lista de deseos de siempre se encontraba hacer un trío con un hombre y otra mujer. Mi mujer me había comentado hace mucho tiempo que ese también era su sueño, así que no lo pensé dos veces, se acercaba el cumpleaños de mi esposa y tenía muchas cosas que organizar", relató.
Acto seguido, alquiló una habitación en un hotel en Vancouver, Canadá, y le compró un pasaje de avión a Carla para que pudiera ir. Lo mantuvo en secreto durante un tiempo, hasta que se aproximara la fecha del cumpleaños.
Cuando le contó a su esposa, ella se entusiasmó. Pero a él había algo que le preocupaba. "Había visto a Carla en fotografías, sí, y era despampanante, pero ¿cómo saber que era ella realmente y no me estaba engañando?", se preguntó.
Su mujer lo tranquilizó. "No tenemos obligación de pasar el fin de semana con ella si no es como en sus fotografías, podremos pasar unos días estupendos aunque solo estemos nosotros solos. Sea como sea, la experiencia saldrá genial", le dijo.
Cuando llegó el día compraron preservativos, hielo, algunos bocaditos y esperaron a que llegara Carla. "Entonces apareció", relató Stoddard. "Era aún más preciosa que en sus fotos", aseguró.
¿Cómo fue? "Era la primera vez que hacía algo así, por lo que me metí en el baño a intentar relajarme", explicó. Cuando salió, ellas ya se habían desprendido de su ropa interior. Observó durante unos segundos hasta que entró en el juego. Su mujer le guiñó el ojo al terminar y le susurró al oído: "Muchas gracias".
"Fue un fin de semana increíble. Aún hay partes que no recuerdo. El primer día solo bajamos al bar a comprar agua porque estábamos muertos de sed y de cansancio, fueron varias horas de sexo intenso. Después a mi esposa le fue apeteciendo cada vez menos, aunque Carla y yo todavía teníamos ganas. No teníamos ganas de ponernos la ropa pero al final hubo que hacerlo. Sin duda, un fin de semana que recordaré para siempre. Y mi mujer seguro que también", relató.