Cuando el miércoles a partir de las 10 se produzca la renovación de autoridades, en la llamada sesión preparatoria, Emilio Monzó será reelegido por tercer año consecutivo presidente de la Cámara de Diputados, con la particularidad de que no solamente no peleará por renovar su banca en 2019 sino que además podría abandonar Cambiemos al término del actual mandato de Mauricio Macri.
Monzó es el principal referente del peronismo dentro de Cambiemos y fue un artífice central, como armador, del histórico triunfo de María Eugenia Vidal de 2015 en la provincia de Buenos Aires, que a su vez apuntaló la victoria de Macri en la Nación.
Pero la predilección incondicional de Macri por Marcos Peña, su adversario interno dentro del PRO, lo relegaron de la mesa chica de poder, y así Monzó ya avisó que no tiene sentido no solamente continuar como diputado nacional sino también dentro de Cambiemos, espacio al que en 2016 calificó de "alianza electoral" a la que le falta mística para ser una coalición de poder.
"Es como en el amor: si ya lo intentaste todo y la otra persona no está enganchada con vos, ¿para qué insistir? O como los jugadores de fútbol: dos torneos sin jugar y ya tengo el pase libre", suele decir Monzó cuando alguien lo consulta sobre su futuro político, según colaboradores.
Monzó sostuvo desde los albores de la gestión Cambiemos que la coalición debía incorporar al peronismo para crecer y garantizarse la gobernabilidad. Peña y el propio Macri siempre lo rechazaron.
Pero lo que verdaderamente distingue a Monzó del tándem Peña-Macri es su manera de ejercer la política: mientras el presidente de la Cámara tiene una visión clásica, de negociaciones, amplitud, territorio y contenido, el jefe de Gabinete se apoya en las encuestas, la grieta con el kirchnerismo, las redes sociales, los timbreos, el pragmatismo y el desprecio por la ideología.
El futuro de Monzó podría ser una embajada. Este año conversó con la Casa Rosada sobre la de España. Pero también podría directamente empezar de cero, ya fuera de Cambiemos, y analizar sesudamente cómo y dónde reinventarse: se sabe que los dirigentes políticos, y más los del calibre de Monzó, no terminan sus funciones para irse a descansar a su casa.
Pasado multicolor Monzó arrancó su carrera política en los años 90 en la Ucedé, con el diputado Francisco Durañona y Vedia, tras lo cual abrazó el peronismo para ser, entre 2003 y 2007, intendente del partido bonaerense de Carlos Tejedor. Después se incorporó al gobierno provincial de Daniel Scioli, como ministro de Agricultura bonaerense, hasta se fue porque Néstor Kirchner le ordenó a Scioli que lo echara por su apoyo al campo.
Tras un breve paso por las filas de Francisco de Narváez, en 2010 se unió al PRO: Macri, como mandatario porteño, lo nombró ministro de Gobierno para su segundo mandato en la Ciudad (2011-2015).
En esos años le presentó varias veces su renuncia por diferencias internas, las mismas que ahora: ampliar el espacio contra la reticencia del núcleo duro del PRO. Macri nunca se la aceptó.
Quienes lo conocen intuyen que no sería extraño que a último momento el Presidente lo llame, le diga que lo necesita y haga que se quede. Pero, por lo pronto, Monzó ya tomó su decisión: no va más.
En este contexto, será reelegido al frente de la Cámara Baja, como cada año, con el apoyo de todos los bloques. Salvo la izquierda, con su histórica postura abstencionista, el resto de los espacios no solamente respaldó su continuidad sino que cada vez que pueden lo llenan de elogios.
Dirigentes de la primera línea de la política nacional, como Sergio Massa o José Luis Gioja, ya han dicho públicamente que Monzó tiene las puertas abiertas el día en que se vaya de Cambiemos. Pero en el oficialismo también lo quieren los radicales, como Mario Negri, y hasta la propia Elisa Carrió.
Renovaciones
Además de Monzó serán reelegidos el vicepresidente primero, Gioja (FPV); el segundo, Luis Petri (UCR), y el tercero Martín Llaryora (Córdoba Federal).
También seguirán como secretarios Eugenio Inchausti (Parlamentaria), Florencia Romano (Administrativa), María Luz Alonso (Coordinación Operativa) y Marcio Barbosa Moreira (General).
La sesión preparatoria será la primera de tres sesiones que realizará la Cámara entre el miércoles y el jueves para debatir los temas que figuran en el decreto presidencial de convocatoria a sesiones extraordinarias.
Entre esos 40 asuntos se destacan la ley antibarrabravas, el aumento en Bienes Personales, una rebaja del impuesto especial de cooperativas y mutuales, la ley que permite a las empresas privadas financiar campañas electorales y la reforma del Código Procesal Penal.
Diferencias
Este lunes en el Palacio del Congreso se daba por caída a la ley de financiamiento de campañas electorales por diferencias sobre el texto dentro del propio interbloque Cambiemos.
La ley vigente prohíbe expresamente que las empresas privadas financien campañas electorales.
Por eso el objetivo de la iniciativa es blanquear una situación que de hecho viene ocurriendo: que las empresas pagan las campañas electorales, pero esos aportes figuran de otra manera, como dinero aportado por personas individuales o como aportes al desenvolvimiento institucional de los partidos políticos, lo que sí está permitido.
Cambiemos y el PJ quieren la ley para ahuyentar los fantasmas de una campaña sin aportes empresariales, justo en el año en que varios hombres de negocio fueron arrestados o debieron ir a dar explicaciones en la Justicia por las coimas pagadas durante el kirchnerismo para la realización de obras públicas, en el marco de la causa de los cuadernos. Y con la sombra del caso Odebrecht siempre al acecho.
Pero por el momento no hay acuerdo y el debate podría postergarse para el año que viene: hay tiempo hasta el 12 de julio, cuando arranca formalmente la campaña electoral, según el calendario difundido por el Gobierno.