La Antártida, ese continente tan desolador como misterioso, ha captado la atención de científicos, políticos y hasta escritores que con valentía se animan a vivirla. En este caso, el periodista Héctor Gambini, narra su experiencia en una nota publicada en Clarín, y compara el día a día en la Base Marambio, según los cuatro elementos de los filósofos griegos: agua, aire, fuego y tierra. "Estar en la Antártida es acercarse a la ilusión de habitar un rincón virgen del planeta. Las fuerzas de la naturaleza explotan allí en toda su dimensión", comienza su crónica.
Según Gambini, el agua es uno de los elementos clave de la vida en la Antártida. Si bien, es la reserva más grande del planeta, no llueve ni hay plantas. "El viento y la temperatura hacen que cuando cae algo del cielo, sólo sea nieve. Para conseguir agua en la Base Marambio hay que trabajar en grupos organizados", explica. Y resalta: "Se puede llenar una taza de té sin pensar que costó el trabajo de seis personas durante seis horas".
Con respecto al aire, como otro de los factores importantes a tener en cuenta, el periodista destaca que los pilotos de la Fuerza Aérea "son el cordón umbilical de las bases con el continente americano", así como "la única ambulancia posible en situaciones de emergencia". Y compara que la vida diaria en el fin del mundo, es como estar dentro de un huracán permanente. "Ese viento baja la sensación térmica unos 10 grados, hace temblar constantemente el piso de la Base Marambio (...) y provoca efectos mágicos e inesperados en el viajero inexperto", relata.
El tercer elemento, el fuego, se vuelve indispensable para la supervivencia. "Las únicas llamas que se ven en la Base, son las que salen de las hornallas de la cocina donde estos días almuerzan y cenan 80 personas entre militares, científicos y visitantes de paso", cuenta Gambini. No existen los productos frescos, sino deshidratados, por miedo a que se echen a perder en el corto plazo.
Por último, la tierra. Se trata de un suelo congelado que se vuelve barro en la época de deshielos, y según el cronista, para quienes habitan el continente más austral de la Tierra, tiene un significado especial. "La pista de aterrizaje actual de Marambio fue la primera en la que pudo aterrizar un avión con ruedas en toda la Antártida. Hasta entonces sólo lo hacían pequeñas naves con esquíes que anevizaban sobre glaciares", explica Gambini. Fue construida en 1969, el mismo año que el hombre llegó a la luna, por un grupo de hombres a pico y pala. Es uno de los grandes logros que, como relata el periodista, desata el orgullo de todos, con cada Hércules que desciende por la pista "para que el ciclo Marambio del agua, el aire, el fuego y la tierra comience de nuevo".