El pequeño Dylan Williams, fue al médico porque tenía un bulto en la mejilla. Al principio, le diagnosticaron papera, luego un absceso bucal y hasta alergia. Pero en realidad, se trataba de un raro tipo de cáncer que le había llenado el cuerpo de tumores.
Una noche el niño se despertó con dolor después de que sus labios se hincharan repentinamente. Entonces, decidieron ir a urgencias donde le dieron esteroides y antihistamínicos, pensando que era una alergia.
Nada parecía surtir efecto. Finalmente, le realizaron una radiografía y una ecografía. Las pruebas revelaron una enorme masa en su cabeza. El grave estado de Dylan obligó a internarlo inmediatamente. Ese mismo día se le realizaron biopsias, tomografías, resonancias magnéticas, rayos X y análisis de sangre.
Cinco días después, recibieron el diagnóstico exacto: linfoma linfoblástico de células B en estadio 4 y necesitaba comenzar con quimioterapia intensiva de inmediato. "Un par de días más y él hubiera muerto. Los tumores le sacaban el ojo, envolviendo su cerebro, columna vertebral, omóplatos, costillas y riñones. Nadie podía creer que había sobrevivido, estaba plagado de tumores, incluso su sistema nervioso central estaba infiltrado", precisó la mamá.
Dylan recibió 28 anestesias generales, 55 rondas de quimioterapia y 20 punciones lumbares. Cada mes, le inyectan una droga tóxica contra el cáncer directamente en la columna vertebral.
El chico lleva cerca de un año con terapia de mantenimiento y le quedan menos de dos de tratamiento. "No sabemos cuál es su pronóstico y es probable que necesite ser monitoreado toda su vida. Puede que nunca pueda tener hijos, su corazón siempre tendrá que ser revisado debido a los efectos de la quimioterapia, tiene daño en los nervios y él siempre puede tener problemas de movilidad. Pero la alegría que le hayan podido salvar a mi hijo es increíble", concluyeron los padres.