Dos grandes erupciones volcánicas han vuelto a demostrar lo vulnerable que es el hombre ante la inmensidad de la naturaleza. Tras la erupción del domingo pasado del Volcán de Fuego en Guatemala, al menos 99 personas murieron y cerca de 200 permanecen desaparecidas en los alrededores del coloso de 3.763 metros sobre el nivel del mar, situado a 35 kms al suroeste de Ciudad de Guatemala.
Por otro lado, el volcán Kilauea, en la mayor isla de Hawai, entró en fase eruptiva el 3 de mayo lanzando ríos de lava que aislaron poblaciones y obligaron a evacuar a 2.000 personas. Por el momento no se lamentan víctimas fatales. Menos atención mediática está recibiendo el Monte Merapi, en Indonesia, que empezó a rugir a mediados de mayo y el 1 de junio las cenizas llegaron a los 6 kilómetros de altura.
El vulcanólogo costarricense Gino González, de la organización Volcanes Sin Fronteras, explicó que el Fuego y el Kilauea son ejemplos de los dos tipos de volcanes que existen. El de Fuego presenta erupciones de tipo explosivo. Tienen una gran cantidad de gas en su interior que hace que sus erupciones sean violentas y puedan lanzar material a varios kilómetros sobre el cráter. En la erupción del domingo, rocas ardientes salieron expulsadas del cráter del volcán de Fuego y bajaron a una velocidad de hasta 100 kms por hora que cubrieron todo a su paso.
Mientras que Kilauea, por el contrario, presenta erupciones de tipo efusivo. Con menos gas en su interior, sus erupciones son más lentas, los ríos de lava que surgen de sus fisuras se desplazan a 5 kms por hora, la velocidad en que camina una persona normalmente.
El Vvolcán guatemalteco presenta otras características que hicieron que la erupción del pasado domingo fuera especialmente devastadora. El volumen de material lanzado fue muy grande en muy poco tiempo, por lo cual la columna alcanzó más de 5 kms sobre el cráter. Al caer las rocas expulsadas, alcanzaron tanta velocidad que cubrieron todo a su paso.