El gran DT. Italia se consagra bicampeón, con títulos consecutivos. Hazaña que sólo igualaría Brasil en 1958-'62. Y el ténico Vittorio Pozzo consiguió un logro incomparable: único técnico dos veces campeón del mundo. Ademas, oro Olímpico en Berlín 1936. Dejó el cargo en 1948 y se dedicó al periodismo.
Vencer o morir. Esas tres palabras aparecían en el telegrama enviado por Benito Mussolini antes de la final frente a Hungría. Pozzo le dijo a sus dirigidos: "Si perdemos la vamos a pasar mal". Ganó el campeón vigente, 4-2. El arquero húngaro Antal Szabó declaró: "Nunca me sentí tan feliz con una derrota. Con los cuatro goles que me hicieron le salvé la vida a once seres humanos".
TIipos Piolas. Giuseppe Meazza, capitán y otra vez figura, repitió título. En la final también jugó Ferrari, como en la del ´34. Y anotó dos goles Silvio Piola. Por primera vez, el campeón vigente y el organizador clasificaban directo a la competencia. Como premio, Mussolini les obsequió una semana en París con los gastos pagos. Sin embargo, todos decidieron regresar a Italia. Por la dudas Il Duce se arrepintiera.
Escape a la victoria. Los franceses estaban en contra del fascismo y apoyaron abiertamente a los húngaros, cuyo capitán y figura, Sarosi, casi no juega la final porque era abogado y lo convocaron a un caso urgente. En el estadio de Colombes, sede del encuentro, se filmó Escape a la Victoria (1981), con Silvester Stallone (hacía de arquero), Michael Caine. Y también Pele. Además, participó el cordobés Osvaldo Ardiles.
A esperar 40 años. Argentina pretendía organizar la copa de 1938 por la rotación en cada continente. El francés Jules Rimet pidió que su país fuera la sede y al presidente de la Fifa no le iban a decir que no. Argentina solicitó entonces no disputar eliminatorias y ante la negativa de la Fifa, desistieron de participar. La decisión provocó enojo en los hinchas y hubo manifestaciones en la AFA. Recién en el '78 vendría la Copa.
Wunderteam. Adolf Hittler anexó Austria, la patria del equipo maravilla del momento. Alemania quería incorporar a sus mejores futbolistas, y obligaron al capitán Nausch a divorciarse de su esposa porque era judía. Más trágico fue el caso de Matthias Sindelar, el Mozart del fútbol austriaco. De origen judío, se negó a jugar para Alemania y bajo presión, en 1939 se suicidó inhalando gas de la cocina junto a su novia.
Goles, ¿son amores? En 1938 se dio el primer gol en contra de un Mundial. Obra del suizo Ernst Loertsche en el partido con victoria sobre Alemania 4-2. El polaco Ernest Willimowski anotó cuatro tantos contra Brasil, pero perdieron 6-5. El único que hizo tantos y que no sirvieran para al menos empatar. Los suecos Tore Keller y Gustav Wetterstrom hicieron tres cada uno frente a Cuba. Única vez que se dio algo así.
Meme. El presidente de Francia, Albert Labrun, no era aficionado al fútbol. En el partido inaugural, invitado a dar el puntapié inicial, le erró a la pelota y pateó el suelo. En la final Italia-Hungriá, entró al campo de juego junto a su compatriota Jules Rimet y le preguntó: ¿Dónde están los franceses? El presidente de la Fifa señaló al árbitro, Georges Capdeville, que era francés.
Joya. "Diamante negro". Así llamaban a Leónidas da Silva, el antecesor de Pelé y goleador de esa Copa con siete dianas. Ídolo total, había cigarrillos y chocolates con su nombre. "Sus goles eran tan lindos que los arqueros se levantaban y lo felicitaban", aseguraba Eduardo Galeano en sus libros. Inventó la "bicicleta" y convirtió el "gol del calcetín", en medias ante Polonia porque por el barro se le había salido el botín.
El catenaccio, un relojito. El austriaco Karl Rappan, relojero de profesión, dirigía a la selección de Suiza. Conciente de las limitaciones de sus dirigidos aplicó un cerrojo defensivo, el catenaccio, muy apreciado en Italia. Con ese sistema venció a Alemania y se dio un gusto extra, ante el país que había invadido a su Austria natal.
Poco picante. Leonidas era la figura excluyente, de Brasil y de la copa, pero el técnico Ademar Pimenta decidió preservarlo en la semi con Italia, para que llegara descansado. Es que los cuartos con Checoslovaquia habían sido una batalla. Tanto que el árbitro omitió jugar la prórroga y fue directo al desempate. Brasil perdió con Italia y el técnico no pudo volver a Río de Janeiro. Debió "refugiarse" en Montevideo.
Invento argentino. Luis Polo, Antonio Tossolini y Juan Valvonesi, cordobeses de Bell Ville, inventaron la pelota de válvula, la superball, para reemplazar la de tiento, que picaba mal y lastimaba a los jugadores cuando la cabeceaban. La Fifa la adoptó en 1938 y en 1977 se hizo el homenaje con el monumento a la pelota en Bell Ville, siete años después de que la fábrica había cerrado.
La boina al arco. Con la nueva pelota más lisa, los jugadores de campo dejaron de usar la boina que en los primeros Mundiales les servía de protección. Sólo algunos arqueros la siguieron utilizando, y después se popularizó la gorra. También, las rodilleras pero todavía no empleaban guantes.
El arquero fue el comentario. La debutante Cuba sorprendió al rescatar un empate con Rumania (3-3). El arquero Carvajales se lució con una brillante actuación. En el desempate, atajó el suplente porque a Carvajales lo convocaron para comentar el partido para una radio cubana. Igual, ganaron los cubanos. Se toparon con Suecia en cuartos, Carvajales retomó la titularidad y perdieron 8-0.
Muñeca brava. Indias Holandesas, rareza de esa Copa. Colonia holandesa (hoy es Indonesia), vestía de naranja y llevó un equipo amateurs. Uno de sus jugadores, Achmad Nawir, jugaba con lentes y el arquero Mo Heng Tang posaba con un muñeca de madera como amuleto. Perdieron 6-0 con Hungría. Y eso que circuló el rumor de que habían cambiado medio equipo, aprovechando el parecido de sus integrantes.
Con los pantalones en la mano. Peppino Meazza ejecutó un penal en la semifinal frente a Brasil. Cuando corrió para patear, se le cortó el elástico del pantalón. Rápido de reflejos, lo manoteó en plena carrera y evitó un papelón mayor, mientras el arquero Walter se despanzurraba de la risa. Fue gol, e Italia pasó a la final por segunda vez consecutiva.
Tesoro Nazi. Con el comienzo de la Segunda Guerra en 1939, los Nazis se lanzaron a cazar reliquias y obras de arte. Y querían la Copa del Mundo, en manos de los italianos. Se encontraba en una caja de seguridad de un banco de Roma. Ottarino Barassi, hombre fuerte de la Federación Italiana y dirigente de la Fifa, la sacó del banco y la escondió en una caja de zapatos bajo la cama, en su casa de la Piazza Adriana.
Cazadores de la copa perdida. En 1941 la Gestapo, Policía Secreta nazi, irrumpió en la casa de Barassi y la registraron. El dirigente la mantuvo escondida, poniendo en riesgo su vida, hasta 1943 cuando la entregó a Aldo Cavenini, ex jugador de Milan. Se la llevó a su casa de campo, en las afueras de Bérgamo. En 1947, ya a salvo del Tercer Reich, volvió a manos de la Fifa y pasaría a llamarse Jules Rimet.