Apenas se decretó el aislamiento social y preventivo para frenar la expansión del coronavirus, un grupo de científicos de humanidades y ciencias sociales del Conicet le presentó a Alberto Fernández un detallado estudio en el que alertaron sobre los riesgos de la pandemia, sobre todo en el interior del país, y le ofrecieron sugerencias para atenuar su impacto. Pero el presidente de la Nación, al parecer, los ha escuchado poco.
Fernández concentró su atención en las evaluaciones y recomendaciones infectólogos y epidemiólogos, y en los gobernadores, y excluyó de las conversaciones cotidianas sobre la pandemia al resto del universo de profesionales y académicos del país.
Recién en agosto, cinco meses después del aislamiento y cuando las cifras de contagios y muertes iniciaron de manera abrupta una curva ascendente, que hasta ahora no se aplana, Fernández abrió a expertos en salud mental y a investigadores sociales la reunión de Olivos que hasta entonces estaba reservada para infectólogos y epidemiólogos, como Pedro Cahn, Mirta Roses, Gustavo Lopardo, Javier Farina y Omar Sued.
Hoy, la Argentina es el quinto país con mayor cantidad de casos confirmados (más de un millón), detrás de Estados Unidos, India, Brasil y Rusia, tras 214 días de vigencia del decreto de la cuarentena.
El martes, Cahn se quitó responsabilidad y dijo que los infectólogos nunca participaron de la toma de decisiones, pero este miércoles un colega suyo, que también integra el equipo de asesores del Presidente, Eduardo López, asumió el rol en dicho consejo y reconoció que mantienen al día de hoy, y desde marzo, las reuniones periódicas en las que expresan su opinión y sus sugerencias.
"Honestamente, este número de contagios no lo estábamos manejando. En lo personal, no me imaginé la penetración que tuvo el virus en el interior del país, aún en provincias muy lejanas a la Capital Federal, lo que revela la gran transmisibilidad que tiene el virus", admitió López a Radio Mitre y apuntó a "la tendencia de la gente más joven a incumplir con pautas de protección personal" como una de las causas principales de la propagación del virus.
Al menos en la gestión de la emergencia sanitaria por la Covid-19, la enfermedad respiratoria del coronavirus SARS-CoV-2, el "gobierno de científicos" que proclamó Fernández al asumir se pareció más a un gobierno de infectólogos y epidemiólogos.
Qué habían dicho los no escuchados
Justamente, en el informe de 140 páginas elevado a Fernández el 28 de marzo y de cuya redacción participaron más de 20 investigadores del Conicet y universidades nacionales, los científicos habían alertado sobre "las dificultades para cumplir con las medidas de aislamiento".
En esa radiografía federal realizada al inicio de la pandemia, y a contrarreloj, advirtieron sobre "el acatamiento parcial" a las restricciones en los barrios y sectores vulnerables, porque "no se veía como una enfermedad que podía afectarlos" y porque no estaban dadas "las condiciones sociales, económicas y espaciales/habitacionales para cumplir en forma adecuadas las medidas". Tampoco lo están ahora.
También alertaron sobre la "exposición constante a infecciones vinculadas a contaminación ambiental, contacto con basurales, sin acceso a servicios y falta de higiene urbana".
Inclusive, los cientistas sociales le habían advertido a Fernández sobre la posible aglomeración de jubilados en las puertas de los bancos, lo que efectivamente ocurrió, cuando Alejandro Vanoli aún dirigía la Anses y causó un revuelo nacional.
"La situación particular de los/as jubilados/as representa otro de los ejes de proyecciones de los/as entrevistados/as. En un contexto de bancos cerrados, se presenta como incógnita de qué manera va a ser posible el cobro de los haberes previsionales, en particular en el caso de aquellos/as que no están habituados/as a operar por cajero automático y más bien lo realizan por caja", dice el informe.
También habían advertido sobre la situación de las cárceles, por la "falta de cumplimiento de la agencia penitenciaria respecto de normas de seguridad e higiene".
La exposición presidencial
Entre las recomendaciones, los investigadores del Conicet habían señalado que en lo relativo a la comunicación pública era necesario "evitar la descoordinación y anticipar posibles errores que, en el contexto de la pandemia, podrían ser graves".
"Equilibrio, calma, coherencia, construcción de consensos y respaldo en la voz de especialistas son valores altos de la comunicación oficial, lo que fortalece la autoridad presidencial y su imagen, cualidades importantes en la crisis actual. Pero en niveles de segundas y terceras líneas hay casos de desarticulación que importa corregir", indicaron.
El documento advertía "sobre la necesidad de dosificar la exposición del presidente Alberto Fernández y de planificar sus apariciones mediáticas", entendiendo que la emergencia sanitaria sería "larga" y que, incluso una vez superada, se combinaría "con la emergencia económica", que también precisaría "de la autoridad presidencial".
Además, las recomendaciones incluyeron "medidas para combatir rumores y desinformación con intervenciones precisas y detalladas (a cargo de segundas o terceras líneas del gobierno)".
Los científicos sociales también habían sugerido en el informe una "formación centralizada desde Ministerio de Seguridad de Nación a las fuerzas provinciales", con "protocolos para informar a población, normas reales de bioseguridad en sus prácticas y en el tratamiento con los ciudadanos, previniendo formas de maltrato y abusos policiales".
En relación con la comunicación, sugerían comunicarse con las poblaciones jóvenes mediante Whatsapp, por considerarlo "el medio dominante de comunicación en la crisis"; "elaborar campañas para no interrumpir cadenas de pagos; monitorear fake news y la conectividad, y facilitar el internet gratuito en zonas con dificultades.
Radiografía federal
La Comisión de Ciencias Sociales de la Unidad Covid-19 (que conforman el Ministerio de Ciencia y Tecnología, el Conicet y la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación), que elaboró el informe, es coordinada por el sociólogo Gabriel Kessler, e integrada también por los investigadores Mario Pecheny, Marcela Cerrutti, Ariel Wilkis, Natalia Bermúdez, Georgina Binstock y Juan Ignacio Piovani.
El informe surgió después de contactar a informantes clave de las universidades del país que tuvieran a su vez vínculos con referentes locales —gente que viva en el territorio, líderes políticos, sociales, religiosos, indígenas—, a quienes les enviaron un cuestionario sobre los principales problemas surgidos a partir del confinamiento.
Más de 800 académicos y académicas contactaron a 1.600 referentes locales que respondieron el cuestionario y unos 40 becarios del Conicet diseñaron la matriz para volcar los datos obtenidos.
Muchos de los problemas señalados en la última semana de marzo en este informe terminaron ocurriendo.