El camino de reducción del déficit fiscal tras el monumental salto en el inicio de la pandemia ha comenzado para confluir en 2021 en una tasa del 4,5% anual, mientras el Gobierno en paralelo empezó a cambiar emisión monetaria por deuda en pesos para financiar el rojo, en un escenario repleto de urgencias.
Este último cuatrimestre tiene grandes desafíos: hay vencimientos de deuda por 989.868 millones de pesos; y el Gobierno tiene que ver qué hace con los precios regulados congelados hace un año mientras crecen los riesgos de un recalentamiento inflacionario.
Los números de agosto mostrarán si efectivamente el rebote de la actividad se frenó o si julio fue sólo un paréntesis. En Casa Rosada monitorean todos los días la demanda de energía eléctrica, un termómetro para saber si Argentina se está prendiendo o apagando. La curva sigue para arriba, pero más lento.
Si bien el discurso público del presidente Alberto Fernández y sus funcionarios apunta a que ya no hay vuelta atrás con la recuperación, por lo bajo las voces oficiales no ocultan la plena incertidumbre sobre el rumbo que tomará el coronavirus en el país y su impacto en la actividad.
La mayoría de los países que abrieron están registrando rebrotes mientras se espera la vacuna. "Nadie puede afirmar que no vaya a producirse una nueva aceleración de la pandemia antes de finales de año", advierte Didier Saint-Georges, director gerente de Carmignac, una sociedad francesa de gestión de activos financieros.
Lo que ocurre en el país es similar a lo que se registra en el resto del mundo. Los gobiernos se han largado a financiar la pandemia con emisión monetaria y rojos fiscales sin precedentes. Hay algunas diferencias: Argentina ya venía de dos años de recesión y no tiene financiamiento externo; afuera hay riesgos de deflación y aquí de disparada de precios.
Saint-Georges opina que bastaría que la confianza regresara al mundo (y para esto es clave la vacuna) para que toda esa masa monetaria volcada por los países "propiciase al fin un repunte de la demanda final y de la inversión". El comercio internacional está muy golpeado y la Argentina necesita dólares tanto como el aire que respiran sus habitantes.
En Argentina hay otra diferencia. La gestión de la pandemia y de los desequilibrios macroeconómicos empezó a darse, tras seis meses de paz, en medio de una fortísima tensión política entre el oficialista Frente de Todos y el opositor Juntos por el Cambio. Y a mayor confrontación, mayor desconfianza y aversión al riesgo.
Argentina, una olla a presión
Tras la crisis policial en Buenos Aires y la ruptura política con el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, el Presidente se enfocará ahora en "agenda federal". Necesita incrementar el respaldo de los gobernadores para que estos lo ayuden en la aprobación del Presupuesto 2021.
El Índice de Confianza en el Gobierno que elabora la Universidad Torcuato Di Tella cayó 6% mensual en agosto. Está un 8% respecto de un año atrás pero, para los inversores, es decisiva la tendencia: si sigue bajando, todo se complicará más. Por ahora, está 21% por encima de la última medición del gobierno de Mauricio Macri.
La administración Fernández mira las urgencias. La confianza sobre el futuro de la economía está lesionada. Y hay un indicador sensible: la sangría de divisas de las arcas del Banco Central, muy lejos de frenarse se acelera. En nueve días de este mes, importadores y ahorristas se llevaron 800 millones de dólares.
Esa no es la única urgencia. Marco Lavagna, jefe del Indec, ya anticipó que la inflación de agosto fue "un poquito más alta" que el 1,9% de julio. Apenas le soltaron la correa a los denominados "Precios Máximos", el indicador que asfixia a los argentinos desde 2007 se aceleró. Esto es un llamado de atención para el Gobierno: salir el statu quo no será nada fácil.
Para el Instituto Estadístico de los Trabajadores (IET), del que participan 45 gremios de la CGT y la CTA, la inflación sobre el salario registrado fue del 2,6% en agosto, superior al 2,4% de junio y julio, acumula un alza de 19% en 2020 y de 40,5% en los últimos doce meses.
Para el IET, si en los próximos cuatro meses la inflación se mantuviera en el 2,5%, este año cerraría con una variación acumulada del 31,4%. Como los precios regulados están congelados hasta fin de año, la presión de su descongelamiento estará en el verano próximo.
En el ministerio de Economía aseguran que no está prevista una disparada en la inflación, que terminaría el año en torno al 35%. Y entienden que el mercado financiero también lo ve de esta manera.
Argumentan que en las colocaciones de deuda en pesos se ha logrado reducir las tasas en línea con una “compresión de las expectativas de inflación”. Efectivamente, la tasa promedio del primer trimestre estaba en 38% mientras que en julio y agosto fue del 29,2%.
¿Qué responden en el mercado? Es verdad que se está reconstruyendo el mercado de pesos, pero ocurre en un contexto de cepo cambiario, con parking en operaciones bursátiles y ante una reciente emisión monetaria sin precedentes. "Hicieron un safari en un zoológico", dicen.
Maquinita por deuda
En agosto la emisión monetaria pisó el freno. El Banco Central le pasó al Tesoro sólo 40.000 millones de pesos, el 10% de lo que le había transferido en mayo. Y en lo que va de septiembre no hubo transferencia alguna.
Si se toma como certera la proyección de un PBI de 28,4 billones de pesos que hizo la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC), el déficit fiscal primario del 2020 llegará a 7,8% del PBI, según el Gobierno. Y el rojo fiscal total será de 10,5%.
Para financiar ese agujero, se venía emitiendo moneda. Pero el Tesoro ha comenzado a cubrir el faltante con deuda y pretende acelerar este proceso, por lo que se espera que el pasivo en pesos de un salto fuerte hasta fin de año y en 2021.
En enero, por ejemplo, cuando Martín Guzmán salía a emitir deuda, el mercado le prestaba el 58% de lo que necesitaba; en abril pasó al 97%; y en agosto subió al 158%. Ese mes cerró con financiamiento neto por 80.806 millones de pesos.
Por Javier Álvarez, Corresponsalía en Buenos Aires.