Si quisiéramos visualizar la estructura molecular de la vacuna contra el coronavirus, también tendríamos que pensar en una suerte de esfera con tentáculos. El ejercicio de imaginación es útil para comprender, aunque sea superficialmente, la grandeza de los científicos que modificaron genéticamente un virus común entre los chimpancés para convertirlo en la esperanzadora barrera de contención contra la pandemia.
Los equipos de la Universidad de Oxford trabajaron sobre un terreno conocido, pero no por ello menos incierto. Es que desde hace tiempo utilizan esa fórmula en la lucha contra la gripe, el Zika y el Síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) y hasta el ébola.
Las experiencias en cada uno de esos caminos se documentó para actuar con mayor celeridad ante una amenaza global o la “enfermedad X”, tal como lo plantearon en sus informes.
La premonición no tardó en cumplirse y en enero pasado, antes de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) le diera categoría de pandemia al Covid-19, ellos emprendieron una carrera contrarreloj para encontrar el antídoto contra una enfermedad que por aquellos días todavía se mostraba como un problema de una remota zona rural de China.
El equipo de científicos liderado por los profesores Sarah Gilbert y Andrew Pollard determinó prontamente que el ChAdOx1, el virus que causa apenas un leve resfriado en los chimpancés, también era efectivo para adaptarlo y usarlo para estimular la generación de anticuerpos contra el Covid-19 en los humanos.
La customización consistió básicamente en sumarle a ese virus de origen una proteína de "pico de superficie" del coronavirus. Ese es el famoso tentáculo que alimenta las expectativas. "Cuando la vacuna ingresa a las células del interior del cuerpo, utiliza este código genético para producir la proteína de pico superficial del coronavirus. Esto induce una respuesta inmune, preparando al sistema inmunológico para atacar al coronavirus si luego infecta el cuerpo", explicaron en Oxford.
Las exitosas pruebas y la producción a riesgo
El 23 de abril comenzaron a testear los efectos que ese nano-caballo de Troya generaba entre los humanos. La primera etapa se completó con 1.000 voluntarios del Reino Unido de entre 18 y 55 años, y la fase siguiente con otros 1077.
El mes pasado, la revista The Lancet publicó los resultados de esos ensayos, que indicaron que "no hay preocupaciones de seguridad tempranas" y que se lograron "fuertes respuestas inmunes en ambas partes del sistema inmunológico", es decir, primero con las células T propias del sistema de defensa humano, y luego con la aparición de anticuerpos a los 28 días de su aplicación.
El profesor Pollar se encargó de aclarar que se notó una "respuesta inmune más fuerte en los participantes que recibieron dos dosis de la vacuna, lo que indica que esta podría ser una buena estrategia para la vacunación". Es todavía un elemento a analizar.
Resta aún la última fase para lograr la aprobación de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA). Ahora, la vacuna se prueba a escala masiva en los Estados Unidos, Brasil y Sudáfrica.
El rol de la Argentina
Esos avances activaron las gestiones tendientes a concretar la distribución global del eventual medicamento contra el coronavirus. La compañía farmacéutica AstraZeneca, con sede en Londres, se anticipó y firmó un acuerdo con Oxford para adquirir la patente y encargarse de la comercialización.
El entendimiento se cerró bajo dos premisas: que las dosis sean accesibles, por eso se estableció un precio "al costo" de entre 3 y 4 dólares, y que su reparto global sea equitativo. Pero la puesta en marcha demandó otros pasos esenciales para encarar una "producción de riesgo" y a gran escala, y ahí es donde apareció primero la fundación del multimillonario Carlos Slim, que se comprometió a financiar lo hecho frente a un final adverso, y luego se seleccionó a la compañía argentina mAbxience por su capacidad instalada y la experiencia de sus científicos.
La participación mAbxience se definió luego de unas tres semanas de intensas conversaciones entre su propietario, Hugo Sigman, Marco Antonio "Tony" Slim y los representantes de AstraZeneca. La meta es generar 2.000 millones de dosis de la vacuna para todo el mundo y 250 millones para Latinoamérica.
“Hace muchos años que venimos trabajando con células de mamíferos, no es solo la maquinaria y la estructura, sino el conocimiento de nuestro personal para trabajar en un área muy similar”, destacó Mauricio Seigelchifer, uno de los fundadores de mAbxience.
La firma tiene tres laboratorios. El original, de 2008, en la localidad bonaerense de Munro, otro en España y otro en la localidad bonaerense de Garín, que se puso en marcha en febrero pasado y donde se realizará la "materia prima" para las vacunas contra el Covid-19.
Con 10 años en el mercado, mAbxience se encargará de generar la sustancia base de la esperanzadora medicación y luego el laboratorio mexicano Liomont completará el proceso de formulación y acabado.
Los trabajos ya se iniciaron porque primero se debe completar la transferencia de tecnología, adaptar la planta de Garín y comprar los reactivos necesarios. En la firma presumen que esta instancia finalizará en noviembre y que luego empezarán a elaborar entre 20 y 23 millones de dosis por mes.
Esa microscópica esfera con tentáculos se transformó en la mayor esperanza ante una pandemia que golpea con fuerza y, además de ser una amenaza letal para la salud, atenta contra la previsibilidad. Todavía existen asignaturas pendientes como, por ejemplo, las referidas a las gestiones que el Gobierno nacional encaró con AstraZeneca para acceder a las primeras vacunas que se distribuirán entre las personas que integran los grupos de riesgo.
Por Leandro Boyer de la corresponsalía