La noche fue larga y visiblemente pasada por alcohol para Roger Federer; él, que tan poco habituado está a los excesos, admitió este lunes que apenas se acuerda de la fiesta con la que celebró su octavo título de Wimbledon.
El suizo, tercer mejor tenista del ránking, venció con comodidad al croata Marin Cilic en la final del domingo (6-3, 6-1, 6-4). Tras el duelo asistió a la tradicional cena de los campeones, donde compartió mesa con la española Garbiñe Muguruza, para después acudir a un pub de Londres acompañado de una cuarentena de familiares y amigos.
"Me pesa la cabeza. No sé qué hice la pasada noche. Creo que mezclé demasiadas bebidas", reconoció el suizo en rueda de prensa.
Una resaca atípica en este hombre de 35 años, que proyecta una imagen de padre de familia ideal.
"Pasamos un muy buen rato. Me fui a la cama a las cinco de la mañana y no me sentía muy bien cuando me desperté. Solo he empezado a sentirme bien hace una hora", agregó el ganador de 19 'majors'.
Federer superó con su octava ensaladera a otras dos leyendas del tenis, Pete Sampras y William Renshaw, ambos con siete trofeos de Wimbledon cada uno. Gesta que bien merece unas copas.