En los momentos en que nos agarra vergüenza, miedo o nervios, nuestro rostro comienza a teñirse de rojo y nos deja en evidencia. Esta característica humana es imposible de fingir y no se puede controlar.
"El rubor es una demostración del correcto funcionamiento de nuestro sistema autónomo y no tiene sentido intentar corregirlo", expresan Raquel Fernández y Noelia Luna, psicólogas y sexólogas del centro Ishtar.
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