Golpe a golpe, Mauricio Macri y Alberto Fernández monopolizaron la máxima tensión del segundo debate presidencial 2019 en Buenos Aires, una semana antes de que más de 33 millones de argentinos se expresen en las urnas para elegir nuevo Gobierno. Tal fueron los cruces que al terminar, una vez más, ambos contrincantes no se saludaron.
El Presidente acusó al ex jefe de Gabinete de Néstor y Cristina Kirchner de ser cómplice de hechos de corrupción durante el kirchnerismo. Y el opositor le respondió que en los tribunales federales lo esperan "más de cien causas" para cuando termine su mandato por "llenarle los bolsillos a sus amigos" y cambiar leyes por decreto para que su familia blanquee dinero no declarado.
A diferencia del Debate en Santa Fe, esta vez al candidato oficialista de Juntos por el Cambio se lo vio con mayor firmeza, filoso y al ataque, con datos muy concretos de lo que definió como "el desastre" de la política económica del kirchnerismo, autora de la herencia que debió administrar su gestión. Y se quejó porque sus antecesores "escondieron a los pobres" antes de desplegar proyectos estructurales y de largo plazo para bajar el indicador.
El postulante del Frente de Todos, por contrapartida, estuvo más disperso y lejos de enfocarse mayoritariamente en las propuestas de su espacio, como si no fuera el favorito que dejaron las elecciones primarias del 11 de agosto. Se ocupó de señalar como "fábrica de pobres" al plan macrista: "Usted provocó que 3,5 millones de personas cayeran en la indigencia, Presidente", afirmó. Y luego habló con generalidades, por momentos mostrando cierta incomodidad y hasta fastidio.
Un aspecto notorio fue que Macri, el liberal José Luis Espert (Frente Despertar) y antiaborto Juan José Gómez Centurión (Nos) buscaron polarizar con Fernández, como si ya lo posicionaran en el lugar de responsabilidad de quien conducirá los destinos del país durante los próximos cuatro años. "Si en su gobierno hace todo lo que dice, la crisis que tendrá será chiquitita al lado de la que deja Macri", le advirtió Espert al postulante del peronismo kirchnerista.
El Presidente, no obstante, se hizo lugar para mostrar que está confiado en alcanzar la instancia de balotaje, envalentonado con el envión anímico que le están dando las treinta marchas del autodenominado "Sí, se puede" y la masiva concentración del sábado último en las inmediaciones del obelisco porteño. La misión no es sencilla: tiene que acortar una diferencia de 4.100.000 votos.
Si hubo ganadores o perdedores de este debate quedará para el análisis de cada elector. E incluso para saber si esto pudo cambiar el rumbo de la elección se deberá aguardar hasta el domingo 27 cuando a partir de las 21:00 se conozca el veredicto de las urnas.
Un ida y vuelta con chicanas
Hubo cuatro ejes que guiaron el ida y vuelta: Seguridad; Empleo, producción e infraestructura; Federalismo, calidad institucional y rol del Estado; Desarrollo social, ambiente y vivienda. Propuestas hubo pocas y muy generales, chicanas muchas y muy ásperas. Los candidatos se ocuparon más de cuestionar las ideologías y doctrinas de sus adversarios.
El Presidente anunció que si es reelecto los créditos UVA ya no ajustarán por inflación sino por salarios. Fernández afirmó que su gobierno eliminará el hambre. Y Roberto Lavagna, de Consenso Federal, dijo que tiene listo un plan urbanístico y de desarrollo económico para descentralizar el país y atemperar los fenómenos de pobreza y exclusión que hay en el conurbano bonaerense.
Espert quiere eliminar la Coparticipación Federal, avanzar con la reforma laboral y promover que los ciudadanos se armen contra la inseguridad; Gómez Centurión aseguró que radarizará el país y militarizará las fronteras contra el narcotráfico; y Nicolás Del Caño, del Frente de Iquierda-Unidad, se expresó a favor de la legalización de la marihuana y de “terminar con el negocio de las empresas energéticas a costa del bolsillo de los usuarios”.
La seguridad se llevó un tramo importante del debate. El Presidente criticó la doctrina “garantista” del kirchnerismo, en línea con Espert y Gómez Centurión. Fernández y Lavagna respondieron que la inseguridad tiene una relación directa con la desigualdad. Y Del Caño afirmó que la ministra Patricia Bullrich “quiere licencia para matar y por ello promueve la doctrina Chocobar”.
Casi un mano a mano
"Es difícil creer que usted no vio nada. Los departamentos de Muñoz, las valijas de Antonini Wilson, los bolsos de López. La efedrina. Los vio Lavagna del otro lado de la calle y usted que estaba en la oficina de al lado dice que hubo un descuido ético de Néstor y Cristina", disparó Macri en uno de los momentos más tensos de la noche.
Fernández respondió: "Presidente usted no vio la corrupción en su familia, en el clan Macri. Después nos dijo cuando murió su padre que él era el responsable". Y en otro pasaje del ida y vuelta le pidió que responda a los ciudadanos "cómo fue que su hermano blanqueó" 600 millones de pesos y que su gestión intentó un "desfalco" contra el Estado intentando "arreglar" la deuda por el Correo Argentino. También habló de las polémicas operaciones de compra y venta de los parques eólicos de las empresas del Presidente. "Afortunadamente no somos todos iguales, Presidente", enfatizó.
Tras fuertes roces, Macri y Fernández hicieron cierres previsibles. El primero dijo: “No solo vamos a dar vuelta esta elección. Vamos a dar vuelta la historia”. El segundo recordó a Néstor Kirchner y lanzó su eslogan: “Vamos a poner a la Argentina de pie”. El resto cuestionó a los anteriores: Lavagna y Del Caño más cerca de las líneas discursivas de Fernández; Espert y Gómez Centurión más en sintonía con Macri.
Por la corresponsalía de Buenos Aires.