Veinte años después de los atentados del 11 de septiembre a las Torres Gemelas, hay más víctimas colaterales de los ataques que muertos por los aviones apropiados por los terroristas de Al Qaeda y usados como misiles.
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La comisión que distribuye apoyo económico a las víctimas del 11-S ha publicado su Informe Especial 20 Aniversario en el que destaca una masacre que duró dos décadas con muchas personas muertas por cánceres y otras enfermedades provocadas por los humos de los incendios, una cifra mucho mayor que el de las víctimas del impacto de los aviones secuestrados por los terroristas de Osama Bin Laden.
“Nunca debemos olvidar a los muertos y heridos en los ataques, pero debemos enfrentar el hecho de que el sufrimiento continúa”, dijo el ministro de Justicia, Merrick Garland, al presentar el informe de la comisión que, según se sabe, ha pagado una indemnización a 40.000 personas y familias por un total de más de 8,95 mil millones de dólares. En su mayoría fue a rescatistas que se envenenaron con los humos tóxicos de la Zona Cero.
Más de 67.000 casos de indemnización se completaron en los últimos diez años, después de que la Comisión reabriera el acceso al Fondo de Compensación en 2011: en el 48% de los casos se trataba de personas con cáncer u otras enfermedades que legitimaron su inclusión.
El Fondo de Compensación a las víctimas del 11-S se creó dos meses después de las masacres: en los dos años siguientes, cerca de tres mil familias fueron indemnizadas con sumas que oscilan entre los dos y los siete millones de dólares por haber perdido a un familiar en los atentados.
“¿Cuánto vale una vida?”, era el mantra que en esos dos años había guiado a Kenneth Feinberg, el abogado de Massachusetts a quien el Congreso había confiado la tarea imposible de atribuir un valor monetario a cada vida perdida en atentados.
Feinberg tenía una amplia experiencia en las demandas de víctimas de asbesto y las de Vietnam por el Agente Naranja. En esos dos años administró a su discreción un presupuesto ilimitado y sin precedentes, en una historia que hoy se ha convertido en una película producida para Netflix por Higher Ground, la productora del expresidente Barak Obama.
Con información de ANSA