Amaneció en Miramar de Ansenuza con un sol radiante, Ansiosos por el desafiante recorrido, comenzamos esta aventura media hora antes de las 7 de la mañana, que era la hora planeada. El viaje comenzó con un camino rural, de ripio y muy cómodo para la bici, pudimos apreciar vacas, caballos y una brisa fresca con aroma a campo puro, es un aroma a pan fresco y eucalipto, un árbol que no es autóctono pero hay en gran cantidad. Fueron casi 50 minutos a una velocidad moderada, hasta finalizar el recorrido en un lugar llamado “Loma de los Indios”, ahí en ese lugar el ambiente cambia totalmente.
Desde loma de Los Indios hasta la desembocadura del rio Xanaes la denominamos “segunda Etapa”, si bien era un tramo corto, la sal, mezclada con el barro hicieron de este tramo un verdadero desafío mental y físico. El sol y la sal son una mezcla explosiva si uno no viene preparado, mis guías Diego Duarte y Guillermo Pucheta, me indicaron las medidas a tomar: “No te esfuerces en cambios pesados, controla la energía y lleva un ritmo cómodo. no dejes de tomar agua”, me indicó Diego.
El tramo fue muy duro, la bici va enterrada cinco centímetros en barro y sal todo el recorrido, vimos a lo lejos una línea interminable color rosado, miles y miles de flamencos comiendo en las costas de la laguna. Los animales salvajes como zorros, gatos monteses y pumas, dejan sus huellas en el barro, uno las puede apreciar a simple vista.
Cuando llegamos al final de la etapa, nos espera el cruce del rio, que viene con poca agua pero es extenso y profundo, ya se pueden ver de muy cerca y a simple vista, cientos de especies de aves, todas juntas, conviviendo.
El cruce del Rio Xanaes fue una experiencia bastante intensa, mi inexperiencia y miedo por que se mojaran mis equipos de fotografía y video, me jugaron una mala pasada, erré completamente el cruce y me enterré en el medio del rio, con la bici en las manos y la mochila al borde del agua, tuve suerte, luego de unos minutos fui “Rescatado” por los guías.
pasando el primer obstáculo, la cosa se puso peor, se había acabado la sal y el barro, pero comenzábamos a transitar por arcilla y cinco centímetros de agua salada, fueron unos infinitos 400 metros aproximadamente, luego piso otra vez de sal, pero solidificada, muy firme.
El tramo era tranquilo, pero de repente mi rueda delantera se enterró en el barro, eso hizo que pasara todo mi cuerpo para adelante y cayera de cara contra el piso, el casco cubrió mi cabeza, no así mi rostro que dibujó su figura en el barro. Ese accidente rompió mi bicicleta y tuvimos que improvisar, usamos un calentador portátil para enderezar las piezas y acomodar toda la transmisión de la bici, volvimos al ruedo.
Cruzamos el segundo rio con mucha facilidad y luego de creer que todo iba a ser sencillo, porque ya veíamos a unos seis o siete kilómetros las palmeras de playa grande... el camino se volvió de arena, fina y mucha. Una playa hermosa, llena de gaviotas, el viento nos pegaba en la cara, olor a agua salada, olor a mar. El camino hasta playa grande fue muy extenuante, partes subidos a las bicicletas y partes transitábamos a pie, pero llegamos a Playa Grande.
Playa Grande es una playa natural de arena que se ubica en la localidad de Marull, allí el lugar cuenta con asadores y sombra para pasar el día, es totalmente gratuito.
Esta travesía, Miramar - Playa Grande, es un recorrido que para los amantes de la naturaleza y el deporte, no pueden perderse, si están cerca de la región de Ansenuza.