Es mas frecuente de lo que se cree, la violencia de género está presente en nuestra sociedad, incluso con la complicidad de quienes no se atreven a denunciar a tiempo estos actos que dejan no solo consecuencias físicas, también psicológicas para quienes lo sufren en ocasiones de manera sistemática.
Este es el relato de Celia, uno más que da muestra de lo que pasa y que busca poner a la sociedad con empatía, en alerta permanente para generar un cambio cultural, porque la violencia tiene que terminar.
El suceso ocurrió este fin de semana en la ciudad de Morteros: “Con Juan Galván venía de una relación de cuatro años, de idas y venidas, no de pareja, es una persona muy manipuladora”, contó la víctima en una entrevista con NRC.
“Ese día para no discutir delante de mis hijas me subo a la moto y me voy a la casa de él, me acuesto para no pelear y me buscaba pelea, le decía que la corte y lo putie por impulso, el me pega una piña, se para sobre la cama y empieza a tirarme puñetazos, lo único que atine es a taparme la cara”, dijo.
A medida que transcurre el relato de su calvario, es inevitable sentir angustia por Celia, quien pone en evidencia un suceso más de los tantos que ocurren a diario en nuestro entorno social.
“No podía girar ni sentarme en la cama, me saque una hebilla que tenia en el pelo y lo único que atine es a tratar de rayarle la cara para que me deje de pelear y le rayo el cuello, el sale y logro sentarme caigo arrodillada en la cama porque el mismo golpe me produce el vómito, le pedí por favor que me lleve al médico, que no estaba bien, el me lleva a la puerta, me saca el celular me tapa el ojo”.
Posteriormente el agresor comienza a propinarse golpes. “Se empezó a golpear el contra la pared, se golpeaba la cabeza, me decía “Yo te llevo al hospital, pero vas a decir que se nos cruzo un perro”, yo le decía que no lo iba a denunciar. Llegamos al hospital y había tres personas de seguridad, les hago seña para que no lo dejen entrar, que me había pegado”, comentó Celia.
Al llegar al centro asistencial quedo en evidencia para los profesionales el suceso. “Me recibió una doctora que me dijo que íbamos a tener tiempo de hablar, que me calle porque sino el iba a escuchar, me hacen estudios del ojo, tengo una fractura, pero todavía no se puede tocar pare ver como esta”, aseguró.
Celia destacó también que su familia fue amenazada. “Mi hija le grita, “golpeador de mujeres” y el le hace seña con la mano en el cuello”.
“El miedo queda, no solo por mi sino por mi familia, ya había recibido agresiones, pero nunca lo denuncie porque mal que mal lo enfrentaba. No es fácil estar sentada declarando porque mas que el golpe te duele el alma, es el alma la que llora”, concluyó Celia Castro.