La fiesta de la Virgen del Rosario de San Nicolás es celebrada por decenas de miles de personas todos los años, y una de las paradas obligadas antes de llegar al Santuario es la casa de Gladys Motta, la mujer a la que la madre de Jesús se le manifestó hace ya 34 años a la vera del río Paraná.
Muchos de los devotos detienen su marcha en el domicilio, que se encuentra a unos 50 metros del lugar, y en procesión le dejan flores, cartas y rosarios como muestra de gratitud y de conexión directa. Un vivo ejemplo es Esther, una mujer del Chaco que viajó a la ciudad con su pequeño hijo.
"Cuando paso por la casa de Gladys, me siento muy emocionada. Siento la presencia de la virgen en mí, que me acompaña y me protege a cada paso", sostuvo en diálogo radial con la voz entrecortada por la agitación.
Las experiencias se multiplican en la calle. Teresa y María vinieron juntas desde Comodoro Rivadavia: "Es nuestra primera vez en San Nicolás. La emoción que sentimos es muy fuerte. Es muy especial lo que estamos viviendo".
Desde Salta, Aleja y Pedro, un matrimonio con 37 años de casados y cuatro hijos, manifestaron que hace siete que viajan y que con cada venida dejan una carta en la casa de Motta con la esperanza de volver al año próximo.
A pesar de la distancia que comparten, todos son testigos de la gran fiesta mariana que se agiganta con los años, como una expresión de devoción que no para de crecer.
Micros de Uruguay, Paraguay, Bolivia y Chile dan cuenta de este fenómeno, con una ciudad abarrotada de feligreses que todos los 25 de septiembre copan el campito.
Fotografía: Página Oficial María del Rosario de San Nicolás