El terremoto de San Juan causó graves estragos en las viviendas de cientos de familias de la provincia. Detrás de cada una de ellas, se esconden historias de lucha, padecimiento y superación. Este es uno de esos casos, donde una nena de 14 años con una enfermedad renal y su familia tienen que sobreponerse a los daños causados por el terrible sismo del pasado lunes 18 de enero.
Desde los 2 años tuvo que comenzar a luchar contra la enfermedad. Viven en una casa en un asentamiento ubicado en calle Costa Canal y 15, en Pocito. Si bien el terremoto no volteó la casa por completo, sí la dejó inhabitable. Temen que la enfermedad de la pequeña se agrave luego de las consecuencias del temblor.
Elizabeth, la mamá, habló con Diario la Provincia SJ y contó lo que están viviendo: “Acá vivimos seis, después del terremoto vino mi hermana y está con nosotros. Tengo una nena con litiasis renal, tiene los dos riñones pero le funciona uno solo y estamos esperando una operación que es muy riesgosa. Por su enfermedad necesita de una dieta estricta y sólo puede tomar agua mineral, pero ahora se hace muy difícil seguir con eso. La casa quedó torcida para adelante y se puede caer en cualquier momento”.
Debido al movimiento sísmico, la vivienda se abalanzó con sus paredes y el techo hacia adelante, por lo que la familia tiene que vivir en un patio reducido cubierto de palos. Aunque ahí se sienten más seguros, saben que ese pequeño espacio no les ofrece demasiada protección, pero es lo único que los recubre para dormir por las noches.
“Generalmente tengo que viajar al centro a comprar los alimentos que ella necesita pero después de esto no se puede hacer. A mí me da pánico, estoy acá con mis hijos y entro rápido a la casa a poner a hervir un poco de agua o a lavar algo y siento cómo el techo no deja de crujir. Mi marido trabaja cuando hay trabajo en el campo, pero no podemos tener más que esto y ahora todo está peor”, indicó Elizabeth.
Ellos estaban durmiendo cuando fueron sorprendidos por el terremoto. Por eso salieron hacia afuera de su casa y se refugiaron en el medio de la calle, mirando cómo se les movía su casa. “El baño está por el lado de afuera de la casa y también se partió. Tengo el rancho parado pero no lo podeos habitar, le agradezco a Dios que a ninguno nos haya pasado nada pero ahora ya no sabemos qué hacer. Los niños tienen prohibido entrar a la casa, los más chiquitos duermen alzados en nuestros brazos y los más grandes sentados en las sillas. A todo eso se le suma la enfermedad de mi hija que necesita agua y comida para ella”, culminó.