Cada vez son más los turistas que eligen recorrer y conocer los distintos rincones de la perlita del noreste provincial, en bicicleta. De día, en tardes de sol para esperar en algún punto estratégico los atardeceres más mágicos, con lloviznas y lluvias cálidas que brindan otro paisaje, y ahora también con la posibilidad de un recorrido nocturno, a la luz de la luna.
Esa es la invitación de Pedaleando, la prestadora de servicios turísticos que presenta a los visitantes los rincones más lindos y cargados de historia de la bella Miramar en bicicleta.
La propuesta ha ido ganando adeptos día a día, a través de distintos circuitos, que no solo permiten el contacto pleno con la naturaleza, sintiendo sus olores y el trinar de cientos de aves de distintas especies que habitan en la Mar, y maravillando con su flora que en esta época del año todo lo tiñe de verde.
Ahora, y casi por pedido exclusivo de los visitantes, incluirán el primer circuito nocturno, saliendo desde la calle Córdoba, en el corazón comercial del pueblo, recorriendo once kilómetros bajo la luz de la luna, hasta llegar a la ex colonia de vacaciones Müller.
Los cupos son limitados por lo que es necesario reservar con anticipación el lugar al teléfono 3563 414408. La propuesta es para el viernes 17 de enero a las 21h desde calle Córdoba 175.
¿Te sumás?
Sobre la colonia Müller
La Laguna Mar Chiquita es el espejo de agua salada más grande del país y el segundo de Sudamérica, después del lago Titicaca (entre Bolivia y Perú). Allí, la única localidad ribereña es Miramar de Ansenuza, fundado en 1924, aunque los asentamientos espontáneos comenzaron en 1903 y el primer hotel se construyó en 1908 ante la afluencia de visitantes de la provincia y provincias vecinas que llegaban atraídas por las propiedades de su fango.
En Alemania e Italia los tratamientos con barro y agua de la Mar Chiquita erar recomendados en aquellas épocas. Es que a tan solo cinco kilómetros al este de Miramar se había enclavado la próspera Colonia Müller donde residían inmigrantes de aquellos países dedicados a la agricultura.
Allí, Hermann Müller, propietario de varios lotes, decidió disponer de una vivienda para que el lugar contara con una escuela, la 374, que llegó a tener hasta 105 alumnos matriculados. Fue un verdadero orgullo de la zona, formadora de jóvenes durante las décadas de los 50, 60 y 70. Las inundaciones del año 1977 deterioraron el puente que la comunicaba con Miramar, haciendo decaer la matrícula, para luego de la inundación de 2003 se cerrara definitivamente quedando solo sus ruinas.
Visitar el lugar es revivir el pasado más brillante de Miramar y entender el espíritu emprendedor y resiliente de los miramarenses.