En medio de tantas historias absurdas donde miles de personas en el país rompen el aislamiento social preventivo y obligatorio, las decisiones que tomó este enfermero chaqueño llamado Fernando Ávila, representan un claro ejemplo de quien asumió el desafío de estar en el frente de batalla de la pandemia y – a la vez – comprender los sacrificios personales que eso le acarrearía. Este trabajador de la salud, se desempeña en la sala de aislamiento para pacientes con COVID-19 del sanatorio “Femechaco”, en Resistencia, la capital chaqueña. Durante este tiempo tan especial le tocó ver a algunos fallecidos por el Covid-19 y también celebrar el alta de varios casos.
Lo que tuvo en claro es que cuando le anticiparon que iba a estar destinado a esa sala de aislamiento, debía tomar decisiones dolorosas pero indispensables para poner a salvo a sus seres queridos. Es así que Avila, de 32 años de edad, modificó buena parte de su vida además de reemplazar su tradicional ambo celeste por un traje similar al que usan los astronautas, con mameluco blanco, máscara protectora, lentes, barbijo y guantes. Como el habita una casa construida en el fondo del mismo terreno donde habitan sus padres, decidió en consenso con su hermana que su papá y su mamá fueran a vivir con ella porque al estar dentro de los grupos de riesgo por su edad no era conveniente que compartieran el mismo espacio. Además, él convive actualmente con una odontóloga, y está separado de la madre de su hija de 5 años de edad. “También ahí decidimos que yo no tenga ningún contacto físico con la nena”, reconoció.
Por ello, hace más de un mes que no la puede ver personalmente ni abrazar. “Solo hablamos por Whatsapp o nos vemos por video llamada”, comentó el enfermero que para el domingo de Pascuas se las ingenió para hacerle llegar con un cadete de moto mandado un huevo de chocolate de regalo. “Es muy difícil. Extraño horrores jugar con ella, pero me reconforta saber el valor extraordinario que hoy tiene mi trabajo y todo lo que me preparé para esta profesión”.
En los últimos 30 días le tocó asistir a 12 infectados, 9 de los cuales fueron dados de alta y 2 fallecieron: César Cotichelli, el ingeniero de 61 años de edad, que murió el viernes 13 de marzo y el abogado Guido Ariel Benvenutti, cuyo deceso se produjo el martes 24 de marzo. Lejos del temor, Avila reconoció que vive “cada jornada como un nuevo desafío en su profesión. Gracias a Dios ninguno de los trabajadores del Sanatorio Femechaco -ya sea médicos, enfermeros, personal administrativo o de limpieza- tuvieron que ponerse en aislamiento ni por sospecha. Acá se trabaja muy bien”.
Fuente: Infobae