En los primeros minutos de la noche del jueves de Rafaela, se concretó una multitudinaria marcha reclamando justicia por Gonzalo Glaría, que falleciera el pasado 31 de diciembre, como consecuencia de un impacto con un vehículo, luego de perseguir a unos ladrones, que habían robado un celular, a unas cuadras de distancia de donde perdió la vida, en Triunvirato al 700.
Nadie supo calcular con certeza la cantidad que asistió. Cuando comenzó la marcha, encabezada por el padre, la madre y la hermana, iban varias cuadras de personas y las últimas no habían empezado a caminar. Los últimos vieron lo que no pudieron los primeros: ver las primeras cubiertas quemadas en la esquina de la Municipalidad, frente al Monumento a Guillermo Lehmann.
Las dos manos de Bv. Santa Fe se llenaron antes de llegar a la Jefatura. Quienes estaban caminando a la par de los familiares no podían ver el final de la movilización.
Hasta ese momento, todo era pacífico. Así fue para la enorme mayoría de los concurrentes, que aplaudieron todo el tiempo. La situación de inseguridad en Rafaela llevó a que buena parte de la clase media se movilizara hastiada de lo que vive cotidianamente.
Al llegar a la Jefatura de Policía, un grupo de amigos de Gonzalo quiso meterse en el edificio. El padre, Gustavo, los contuvo. Mientras tanto, otro grupo llegó, literalmente, a las puertas del lugar. Sobre Bv. Santa Fe, un participante prendió una cubierta. Desde el edificio policial, salió alguien con un matafuegos. Rápidamente, escaló la tensión. Insultos, apretones... y el grito de "justicia" que no cesaba. "Se va a acabar, se va a acabar, esa costumbre de robar", fue otro de los cánticos.
Logró aminorarse cuando desde la cúpula policial invitaron a participar a la familia de Gonzalo a una reunión con el flamante Jefe de Policía de la Unidad Regional V, Hernán Ferrero. Fue una jugada inteligente: intentaba aplacar los ánimos, a la espera de que concluyera el encuentro. Pero no imaginaron lo que siguió.
Un grupo alentó al resto a no aguardar, sino a dirigirse a la Fiscalía, sobre calle Necochea. Allí la situación fue muy tensa. Otra vez, las cubiertas quemadas frente al edificio. Dos oficiales apostadas en el frente, golpearon e ingresaron. Pareció ser el puntapié inicial: con el correr de los minutos, los aplausos se transformaron el gritos, insultos. Voló una piedra que rompió un vidrio. Y varias más. Algunos jóvenes se lanzaron hacia el portón, dándole patadas.
"Que venga la Fiscal y nos vamos. A ver si acá dice lo mismo", dijo uno de los presentes, que luego le explicó a Vía Rafaela que Ángela Capitanio cree que fue un accidente.
Algunos escribieron graffittis en el piso. Alguno acercó un pote de pintura que terminó en el piso.
La tensión fue bajando. Algunos, la mayoría, regresaron a la Plaza. Otros, se dirigieron a la casa del Gobernador Omar Perotti. Allí, continuaron los desmanes: hubo algunos vidrios rotos.
Cuando llegaron a la Plaza, ya la familia había regresado a su hogar. Estaba al tanto de lo sucedido y no estaban de acuerdo.
En la escalinata de ingreso, algunos cumplieron con la consigna inicial: llevar una vela. La ofrecieron allí, a manera de memorial. Mientras tanto, raudamente llegaba una camioneta. De la chata, bajaron más cubiertas que fueron incendiadas frente al Municipio.
Los aplausos seguían. Nunca pararon. Voló una piedra. Rompió uno de los vidrios del edificio municipal. Volaron otras 4 o 5. Parecía que la tensión bajaba, pero nuevamente volvía a subir, gracias a algún insulto.
En determinado momento, un grupo se acercó a las escaleras. Se tomaron de los hombros y una señora encabezó un padrenuestro y un ave maría. Un aplauso terminó todo e inició lo que parecía ser la desconcentración de la marcha.
Pero no fue así. Minutos después llegó el grupo que había ido a la casa de Perotti. Nuevamente las piedras al edificio. Y graffittis con leyendas como "Luis asesino" o "villas=asesinos".
Luego de casi 2 horas y media, toda la gente ya había regresado a su casa.
Hay algo seguro: Rafaela no volverá a ser la misma después de este 2 de enero.