Ante el cada vez más ajustado y complejo tablero electoral, Horacio Rodríguez Larreta decidió anticipar una jugada de alto riesgo para adquirir vuelo propio y honrar los múltiples compromisos que asumió para emprender la carrera presidencial. El jefe de gobierno porteño se rebeló y desoyó el mandato de su padre político Mauricio Macri y así abrió un nuevo escenario de conflicto dentro de Juntos por el Cambio, pero también de oportunidades.
El precandidato que se propone instaurar una era posgrieta en la Argentina avanzó con el “parricidio” del fundador del PRO, consciente de las necesidades que impone una carrera electoral muy expuesta al fenómeno de la desconexión entre la dirigencia y la ciudadanía.
Frente a ese panorama, ampliarse es una obligación no solo para triunfar, sino también para hacerlo con una importante diferencia que garantice la gobernabilidad y el margen de maniobra en un país con incesantes problemas económicos y acuciantes dramas sociales.
Larreta ponderó su alianza con la Unión Cívica Radical (UCR) a sabiendas de la presencia territorial que caracteriza a los boinas blancas. Y asumió para ello el riesgo de abrir la competencia en un distrito clave como lo es la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, histórico bastión del antiperonismo donde el PRO echó raíces y le permitió a Macri convertirse en presidente.
Es que, al desdoblar las elecciones porteñas, Larreta accedió al pedido de su aliado radical Martín Lousteau y complicó los planes del expresidente y de los más puristas del PRO para que Jorge Macri pase a custodiar los logros del modelo de gestión en la Ciudad.
Al alzarse contra Macri, el mandatario porteño buscó mostrarse como una propuesta autónoma, atento al gran conflicto de poder que mantuvo en vilo al actual gobierno. En otras palabras, Larreta avisó que no pretende ser para Macri, lo que Alberto Fernández es para Cristina Kirchner.
En principio, los radicales celebraron y salieron a respaldar al aspirante presidencial del PRO. Lo mismo hicieron los integrantes de la Coalición Cívica que lidera Elisa Carrió. De cualquier manera, las urnas revelarán si la cruzada fue efectiva o si Larreta se convirtió en otro rebelde sin causa.