En los primeros kilómetros, en la entrada de la ciudad, a la vera de la ruta 33, se encuentra el vivero: está cubierto por árboles, pinos, plantines de muchos colores y varios tamaños y especies. Lo que cambia la rutina dentro del vivero “Cacharros”, es que dentro de este laberinto de plantas, en un costado, hay un cuarto con pinturas exhibidas y vasijas.
Hay una mesa alta que hace de escritorio, un estante repleto de libros y pinturas, un banco cargado de diplomas y reconocimientos especiales. Entre ellos, uno reza su nombre; Hugo Álvarez, declarado ciudadano Ilustre de la Ciudad de Pérez.
Después de unos minutos explorando el lugar, se acerca el hombre que fue distinguido por el Intendente Pablo Corsalini en el 2017 y que llegó a la ciudad cuando apenas tenía cinco años. Habrá sido cosas del destino, que obligaron a su padre a viajar a esta localidad, para cubrir un puesto de trabajo en los talleres ferroviarios. Lo cierto es, que aquel niño que llegó junto a su familia, de Villa del Rosario provincia de Córdoba, hoy tiene 70 años. Su crianza fue entre hermanos y primos, cerca de la casa de sus abuelos.
Era 1998 cuando se casó con Verónica, su compañera, y desde entonces se apoyan en cada proyecto. Hace 22 años que decidieron comprar ese terreno para poder emprender su experiencia. Hugo recuerda que la idea de poner el vivero fue de Verónica, “ella empezó, autodidacta, estudiando todo para comenzar. Lo emprendió todo ella, la verdad es una capa lo sacó adelante sola. Yo empecé también autodidacta a pintar los jarrones y así empezamos los dos con “Cacharros”. En la actualidad, es uno de los viveros más concurridos de la ciudad.
Una visita que cambió su forma de pintar
Desde el 2010, Hugo es miembro de la “Asociación amigos de las artes”, agrupación que abraza a 75 artistas plásticos y autodidactas de todo el país. Gracias a que conoció a Mauricio Batistelli, uno de los miembros de la asociación, quien fue de visita al vivero y lo animó a trasladar sus pinturas de los jarrones al lienzo. Fue este mismo año, cuando Batistelli lo invitó a formar parte de una muestra en el Hotel Casino Victoria, en la vecina provincia de Entre Ríos. En esta oportunidad, fue reconocido con el sexto lugar, le hicieron entrega de menciones especiales y desde ese año, lo convocan en todas las exposiciones.
De a poco, con el pasar de los años, el universo del vivero se fue expandiendo. Como artista autodidacta, Hugo ha podido encontrar su espacio para inventar y darle cauce a su obra. Ahora tiene varias pinturas presentadas por todo el país y en el exterior. En la ciudad sus pinturas pasaban desapercibida, hasta que en el 2017 se organizó la “Primer muestra itinerante del Arte Libertad”.
En la actualidad, muchas de sus obras se consiguen en la ciudad. En ellas se plasman los paisajes conocidos por el autor: una tranquera en medio de un camino hacia la montaña en la Patagonia argentina, un retrato de una mujer trabajando en medio de una fiesta típica en el norte de Jujuy, entre otras vicisitudes y transformaciones que el artista necesita comunicar, cuando hay un mensaje, la pintura es su medio. Para responder qué significado tiene el arte, Hugo primero hace silencio, suspira y reflexiona que “la pintura es una expresión del alma”.
En los últimos tiempos entre sus prácticas artísticas y quehaceres en el vivero, antes de la pandemia, Hugo se hizo un espacio para poder enseñar a seis mujeres de la localidad de Zavalla y recuerda que durante las clases en el taller siempre les decía que “hay una diferencia en aprender, porque dos van a pintar y las demás van hacer pinturitas… porque después de los primeros pasos vos tenés que soltar la mano y poner el corazón, el detalle”, sentencia mientras señala las técnicas que usó en una de sus obras.
A decir verdad, Hugo tiene muy en claro que es muy difícil soltar lo que uno quiere decir o hacer, “esto no significa que esté mal lo que hacen, pero algunos llegan hasta un punto y no crecen más”. Como si hiciera falta, remarca la idea que tienen muchos de los artistas a la hora de componer, ya sea al practicar las notas de una partitura, escribir un fragmento de una novela, “siempre les digo que tienen que buscar su lugar, no deben ser nómades (…) tenés que tener tu música, tus libros, tus fotos, tus cuadros. Y allí te ponés, media hora un día , una o dos, lo que puedas todos los días. Es como el carácter, lo empiezas a formar y empiezas a crecer”.
Con sus pinturas alrededor del mundo
Desde la ciudad de Pérez le llegó la oportunidad de poder llevar su arte hacia otras partes del mundo. Pudo exponer por tres años sus obras en la Fragata Libertad, y además en el 2017 se autorizó por primera vez que los artistas que quisieran pudieran viajar.Tuvieron que hacer todos los estudios en el Centro Médico Naval. Como él tiene su sobrina en Barcelona pidió el tramo Mar del Norte. Pasó por Hamburgo, Copenhague, Dinamarca y España.
“Yo fui por mi cuenta a Barcelona a lo de mi sobrina. De ahí tomé un avión a Hamburgo. Esperé la fragata allí... Al acercarme veo una banderita argentina... era el puerto argentino donde había puestos de empanadas, degustación de vinos argentinos, dos parejas de chicos esperando para bailar el tango, instrumentos de música y una orquesta chica. Había un hombre de traje y le pregunto quién era: el Cónsul argentino junto con el Embajador argentino en Hamburgo. Cuando me presenté reconocieron mi obra. Nos sacamos una foto”.
Hace una pausa y continúa con un poco de suspenso. “De repente vemos que la Fragata empieza a doblar y a entrar al puerto. La gente lloraba. ¡Yo decía ... una cosa es esperar la Fragata Libertad en Buenos Aires y otra cosa en Hamburgo!. Tenía que subir y estaba a la expectativa”.
Con espíritu jovial y casi cómo un niño entusiasmado describe el interior de la Fragata. “Los sollados son los lugares donde se duerme, en el tercer nivel. Éramos 50 en ese sollado. Están los Wacom, son los guarda-marina en comisión, es decir, los que se van a recibir después de ése viaje. Es como la tesis. Están también los sollados de los oficiales y luego los de mayor jerarquía que tienen sus camarotes”.
Desde el primer momento fue un espectador activo. Muy observador. Es sencillo y amigable. Hizo propia la rutina diaria, porque por la mañana se levantaba e iba a bañarse como los Wuacom, pero éstos lo hacían tempranito e iban a formación. Él no tenía esa obligación.
El Comandante le explicó al iniciar la travesía que podía haber accidentes y por eso les asignaron una balsa. “Me tocó la 38. Es toda de hierro abajo y cuando la tiran al mar y la sueltan se abre. Vos te tenés que tirar sentado, sino la podés romper. Van 30 por balsa. Si sonaba el silbato de la alarma había que dejar todo y te daban un bolso estanco que tiene una bengala, chocolate, masitas, cereales y una ropa de abrigo seca porque en el Mar del Norte si te caés, tenés 3 minutos de vida”.
Lo que más le impactó fue conocer al Comandante principal que estaba al mando de la Fragata, cuando ésta fue embargada. Lo gracioso es que ese Comandante se llama como él: Hugo Álvarez, y tiene también allí expuesta una obra que pintó.
“Si un puerto está complicado, -comenta el artista perecino-, el Comandante tiene la atribución de decidir si entra o no. Ese puerto estaba en riesgo y él decidió entrar y pasó lo que pasó. Se determinó lo que era la justicia… no puede embargarse un barco de guerra y más si es soberanía nacional y en tiempo de paz. Es imposible (...) Nos sacó la duda de cómo fue. Después tuvieron que liberarla.
Orgulloso de sus obras de arte muestra las fotos de una de ellas. Tenía que ponerle un título. Uno de los marinos del que se hizo amigo le sugirió “Desplazando aguas”, y así la bautizó. En su afán por contar todas las peripecias del viaje, se detiene con una artista conocida, Pilar Segura Badía que es una pintora muy importante y lo convoca a Barcelona a exponer sus obras cada año.