Días pasados se difundió la noticia de que en una escuela de la ciudad de Paraná, un alumno había chocado contra la pared que cierra el hueco del ascensor y que, al romperse la placa de yeso que oficiaba de cerramiento, parte de su cuerpo había quedado “en el aire”.
En dicha oportunidad se hicieron numerosos comentarios en las redes cuestionando el uso del sistema de construcción en seco, fundamentalmente para el caso puntual de cerramiento hacia un vacío, aunque algunos también aprovecharon la oportunidad de plantear dudas sobre su uso en general.
Desconocemos ciertos detalles respecto de este hecho puntual, como por ejemplo: qué tipo de placa se usó, qué distancia había entre los perfiles que componen la estructura, qué estaba especificado en el pliego, qué modificaciones pueden haberse hecho en el transcurso de la obra, etc, por lo tanto, vamos a hablar en términos generales.
Lo primero que hay que decir es que la construcción en seco es un sistema utilizado y probado en el mundo. Todos sus componentes están sometidos a ensayos de todo tipo y se fabrican bajo estrictas normas de regulación.
Para el caso de las placas de yeso, desde hace varios años existen en el mercado nacional más de 12 tipos distintos, y están pensadas cada una para un uso particular, por ejemplo: placas estándar, resistentes a la humedad, resistentes al fuego, extrarresistentes, acústicas, etc. Además existen placas de otros materiales como las cementicias, o de fibras de madera (osb), entre otras.
Lo mismo sucede con los perfiles que componen la estructura. Los hay de distintos espesores de chapa y sección, de acuerdo al fin que deben cumplir.
Entonces, y volviendo al caso que nos ocupa, la solución correcta podría tener varias opciones, por ejemplo: uso de placas extrarresistentes, dobles placas estándar, placas cementicias, colocación de perfiles mas resistentes y con menor separación, etc..
Lo que sucede en este país a diferencia del mundo en general, es que las resoluciones constructivas, muchas veces, terminan siendo definidas por cuestiones de costo y no por la satisfacción adecuada de la necesidad, y allí es donde aparecen las falencias, independientemente del sistema constructivo elegido.
Lo segundo que hay que plantearse es que lo sucedido no fue un accidente. Los edificios públicos y en especial las escuelas, sufren diariamente actos de vandalismo que insumen grandes costos de reparación y mantenimiento.
Deberíamos preguntarnos qué pasa en las mentes de nuestros hijos, que encuentran tanta diversión en el daño, incluso el que desafía su propia integridad física, como los que se ven en tantos “retos virales”. Prueba de ello es que siempre en estos actos aparecen videos que los documentan. Pero esto es otro debate y requiere el estudio de profesionales en la materia.
Arquitecto Fernando Mendiburo. Mátricula Nº 11376.