No sé cómo son los ángeles, pero si reconozco que su etimología es muy clara. Por cierto ello porque tiene dos conceptos fundamentales en su origen: el griego y el hebreo. Ambos coinciden en los mismo, más allá de las diferencias de sus interpretaciones: “ággelos” para los griegos o “malaj” para los hebreos, siempre será de todos modos un “mensajero”.
EL mensajero de la buena ventura, del espíritu de Dios, de las esperanzas. Cada uno piensa como lo desea y recupera las ilusiones como puede, pero un mensaje de buena esperanza siempre viene bien.
Siempre lo es. En los momentos felices, en las transiciones. Y sobre todo en las instancias terribles, donde todo parece permutar en desgracias y en barbaries. Como en las contingencias naturales, como en los hechos indeseados, como en las grandes y monstruosas guerras.
Y allí iremos, en estas rutas imaginarias de historias olvidadas en las memorias o perdidas en la vera de los caminos. Donde a veces el olvido insiste en horadar, como un malvado percutor incansable que pretende extraviar todo sin cesar, sin cesar.
Irena Sendler, polaca
En 1910 nació en Varsovia con el nombre que le pusieron orgullosos, sus padres: Irena. Hija de Stanisław Krzyżanowski (un médico afamado en el lugar) quizás haya percibido los dones de la solidaridad a través del arte de curar, o en el entorno que vivía de niña…o quien sabe dónde. Lo cierto es que aquella joven esbelta, decidida y con firmeza de convicciones católicas se vinculó a las acciones sociales desde siempre.
Siempre tiene un inicio y es 1910. Pero también momentos, como ese 1º de septiembre de 1939 cuando Alemania reventó el tablero de la humanidad iniciando la invasión a Polonia con su infantería y tanques modernos y arrolladores. Ese día, ese mismo día donde la civilización cambiaría profundamente, encontraba a Irena trabajando como enfermera en el Departamento de Bienestar y Salud Pública de Varsovia.
Claro, por supuesto. Una más entre tantas enfermeras, quizás bajo el ingrato escudo del anonimato. Obvio un uniforme blanco similar, el que usa cualquiera. Que duda cabe de que era una mujer como tantas allí, enredadas en una guerra inentendible.
Pero no es la fama, no es el uniforme ni la preponderancia…es el ser humano el que hace la distinción. Es Irena…solo ella, como un ángel.
En el Gueto
El Gueto de Varsovia es una de las mas tristes evidencias de la crueldad y miseria de los hombres. El cerramiento de un barrio completo, destinado a la humillación descarnada y reducción a la servidumbre de judíos, se llevaba adelante en base a un siniestro y demencial plan criminal.
Las peticiones pacificas, las rebeliones enaltecidas, los gestos heroicos, la razonabilidad…todo eso había fracasado, todo ello era inútil. Todo, absolutamente todo era imposible. Las razones de las bestias parecían tan poderosas como interminables, un castigo imperecedero.
Entre los fragores, entre los miserables y entre los resignados, la joven Irena presumió su astucia y su valor. Astucia y valor, nada menos. Suena casi rimbombante, hasta algo audaz. Claro que su traducción desde la literatura a los hechos resulta sublime.
La situación del gueto de Varsovia recrudecía, el traslado de los judíos solo representaba un fúnebre destino al que nadie desconocía. ¿Cómo salvar vidas, como prevalecer lo bueno sobre lo malo, de que manera intentar que la lucha fuera fructífera? ¿Cómo ver un resplandor en la noche más oscura?
Irena tuvo astucia. De a poco y controlando el terrible miedo fue intentando salvar lo más preciado: los niños. Y de cualquier manera, evitando un oscuro destino. O es mejor decirlo sin eufemismos ni rodeos: evitando la muerte.
Y recurrió para eso a muchos ardides; como por ejemplo esconderlos dentro de ataúdes, anestesiarlos para simularlos difuntos, enviarlos dentro de cajas pintadas como si fueran ladrillos, en túneles, entre las cloacas, como cantores de coros católicos…todos y cada uno de 2.500 niños que fueron saliendo desde el horror hasta la posibilidad.
Irena Sendler tuvo otra precaución: ideó un sistema de clasificación donde fue anotando los nombres de cada uno de ellos, con la debida correlación a sus padres. No es poca cosa porque esos padres quedaban en el impredecible horror y ellos…vaya uno a saber. Por si las dudas, Irena hizo un respaldo de esa información: la memorizó.
Sobre el valor hay otras cosas que decir. Porque fue capturada por los nazis, descubierta y torturada hasta el hartazgo tanto por ayudar a los judíos como por negarse a dar los nombres del resto de sus colaboradores. Los registros puntillosos de las sesiones de tortura nunca se escriben…¿Cuál sería el sentido? Pero es fácil imaginarlo.
Condenada a muerte, fue salvada providencialmente por una argucia de la resistencia. Apenas a horas de su fusilamiento, escapó. Si esto no es valor, no conoceremos nunca el miedo
Irena Sendler falleció en el año 2008. Su aspecto maternal y de abuela buena no se extinguió jamás. Tuvo el maravilloso reconocimiento de centenares de hombres y mujeres que (enterados de su subsistencia) la llamaban para agradecerle algo muy importante: ella los había salvado. También fue reconocida con la mención de Justa entre las Naciones y multiplicidad de premios. Admirarla debe ser poco, aún a casi setenta años del fin de la guerra.
Debemos, eso si, comprender la ingratitud de las grandes interpretaciones de los poderosos; porque habiendo sido nominada al Premio Nobel de la Paz en el año 2007, el premio le fue otorgado a Al Gore que dicho sea al paso presentó una especie de power point sobre ecología como trascendental antecedente. Así son algunas cosas.
El Profeta Isaías sí que sabia como eran los ángeles. En la Biblia y en su libro, podemos ver en Isaías 6:2-6 que: “Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban”
Yo no se como son los ángeles. Tampoco me puedo significar la imagen que proponía Isaías hace cinco siglos antes de Cristo. Pero puedo estar seguro que si “ángel” significa “mensajero” y de cosas buenas, esa…esa era Irena.
Asi serán las cosas de los ángeles o de los malaj, por los siglos de los siglos.