Posiblemente nadie, ni es sus más remotos sueños, se imaginó alguna vez que de un día para el otro debía quedarse en su casa y que todas sus rutinas diarias ya no serían posibles. Los hogares pasaron a ser las trincheras en medio de un enemigo que azotaba a la humanidad entera sin distinción de ningún tipo. Sabíamos que estaba allí fuera, pero desconocíamos puntualmente dónde, podía estar en cualquier lugar; incluso en nuestro propio cuerpo aún sin saberlo, por ser asintomáticos.
El mundo, nuestra ciudad, nuestras calles se convirtieron en un territorio totalmente desconocido, recuerdo el silencio nocturno de los primeros días de cuarentena. Me impactaba mucho y me costaba dormirme, parecía como si nada hubiera del otro lado de la puerta. Luego, con el correr de las semanas ese silencio escrupuloso se rompió y comenzaron los aplausos desde los balcones y los patios de las casas en reconocimiento a los trabajadores esenciales que ponían el cuerpo en la primera línea de batalla. Los balcones se convirtieron en los nuevos puntos de “reunión social”, una forma de decir “Acá estoy y desde acá te acompaño”, “Estamos juntos”. En mi manzana, en particular, todos los días a las 21 una vecina encendía su parlante con el Himno Nacional y todos desde sus balcones y patios acompañaban con las linternas de los celulares encendidas. Los viernes al himno le seguía una selección de cumbias y cuartetos, y desde nuestros hogares acompañábamos con pasos de baile y palmas.
Aprendimos una nueva forma de vivir en comunidad pero aislados; recuerdo, por ejemplo, que la otra cara del cierre de los negocios fue el auge de los repartos a domicilio. Farmacia, supermercado, librería incluso jardinería e indumentaria se pasaron a la modalidad delivery. Fueron semanas en la que todos nos dedicamos a decorar la casa, a renovar el guardarropas y a incursionar en nuevos hábitos.
Personalmente como estudiante y trabajadora el home office me facilitó muchas cuestiones. El cursado virtual me permitió avanzar en los estudios y también cerrar algunos proyectos que tenía cajoneados por “falta de tiempo” o falta de organización mejor dicho; de hecho creo que el aislamiento nos instó a todos a ordenar prioridades y (re) encontrarnos con hobbies y sueños que la rutina de la vida diaria nos había hecho olvidar.
Para Aníbal de 34 años, paranaense, ingeniero y empleado en una concesionaria automotriz, el primer mes de la cuarentena fue el más difícil, “vivo en un departamento y recuerdo que no podía salir más que al supermercado de la otra cuadra; ir a visitar a mi madre significaba atravesar toda la ciudad de punta a punta con lo cual me era imposible por la cantidad de controles que por ese momento había”.
En cuanto a lo laboral, el joven recuerda que la modalidad presencial pasó a ser 100 por ciento virtual, “tuvo sus pro y sus contra”, dice y reconoce que luego le costó volver a adaptarse al ritmo “normal”.
Antonella de 28 años recuerda que “el día del Inicio de la cuarentena nos encontrábamos cenando con mi familia, mi marido y mi hija, cuando vimos en el noticiero que comenzaba el aislamiento social, preventivo y obligatorio”. La joven de La Paz rememora que “lo primero que surgieron fueron muchas dudas con respecto a cómo íbamos a continuar la vida diaria con respecto al abastecimiento de necesidades básicas. Vivimos en una zona alejada del radio urbano y no contamos con comercios cercanos para la compra de medicamentos o alimentos. Esto nos implicó en los primeros meses organizarnos con el resto de mi grupo familiar, mi papá y mamá para realizar las provisiones ya que los controles de entrada a la ciudad eran demasiado estrictos”.
A las preocupaciones por los cambios en la vida diaria, se sumaron también aquellas inquietudes relacionadas al aspecto sanitario, al respecto Antonella dice que “lógicamente teníamos miedo de cómo iba afectar en nuestra salud este virus desconocido por todos, ya que la ciudad en la que vivimos cuenta con un sistema de salud muy básico, no contamos por ejemplo con terapia Intermedia, mucho menos intensiva o respiradores. Otra cuestión que me preocupó mucho fue la incertidumbre de la extensión de esta cuarentena, ya que, como mamá primeriza, tenia mucha ansiedad por el comienzo del jardín de 4 de mi hija”. A esta situación, Antonella supo resolverla con estrategias propias dentro del hogar, “viendo que la situación no mejoraba, tuve que buscar la manera de que mi hija adquiera desde casa los contenidos que no iba a poder en el jardín. Fui buscando la manera más apropiada y mediante juegos y actividades para mantener despierto su interés”.
Gustavo, el marido de Antonella, es miembro de la Policía de Entre Ríos, “se encuentra en el grupo de trabajadores esenciales, por lo cual él siguió en contacto con personas y eso nos generaba mucho temor por miedo al contagio, lo que implicaba generar otros hábitos de higiene como desinfección continúa de uniformes o higiene personal antes de entrar en contacto con mi hija y conmigo. Por dicha situación, también debimos permanecer en dos ocasiones auto aislados para evitar contagiar a otros y esto generó mucha angustia en mi hija que tiene relación muy estrecha con sus abuelos”, recuerda la joven.
La contracara de todos los cambios, fue la posibilidad de que el emprendimiento de Antonella se consolide y crezca, “la cuarentena resultó muy positiva para mí emprendimiento de comidas caseras y tortas, ya que pasado unos tres meses del aislamiento las ventas fueron muy altas, esto lo veíamos como un medio de generar ingresos para la economía familiar”, reconoce.
Para Rosina, diseñadora gráfica de Paraná, el anuncio del inicio de la cuarentena no la sorprendió, “me enteré estando en casa, pero no me sorprendió porque ya había escuchado las medidas que se venían tomando en otros países así que era cuestión de tiempo que se aplicarán acá”.
Su rutina tampoco se vio modificada ya que trabajaba desde su casa con anterioridad al nuevo contexto mundial. “En mi caso que trabajo desde mi casa, las restricciones no me afectaron laboralmente porque ya hacia home office desde hace un tiempo”. Rosina realiza trabajos para empresas de otros países, en relación a ello cuenta que la demanda disminuyó “porque paralizaron las actividades en distintos rubros del resto de las economías”.
A un año de las palabras de Alberto Fernández que anunciaban el inicio de la cuarentena en Argentina, los recuerdos se tiñen de anécdota pero aún con incertidumbre y un poco de miedo porque la pandemia no terminó. Las alarmas siguen encendidas y si bien aprendimos mucho en el camino, nos queda una batalla difícil aún que es aprender a (con) vivir en un mundo con nuevas reglas, nuevos hábitos y otras prioridades.