Alejandro Zalazar Correa tiene 47 años, es guardaparques y fue su trabajo el que le despertó una pasión con la que comenzó en 2015, la de ser escultor. Si bien él tenía conocimientos de diseño, el maipucino se lanzó de forma autodidacta a trabajar la madera y luego con otros elementos. Actualmente sus trabajos se lucen en la reserva natural Ñacuñán, en Santa Rosa y Lavalle, entre otros lugares.
La inspiración nació en su contacto con la naturaleza. Primero incursionó con los carteles en madera de las áreas protegidas en bajorelieve, luego probó agregándoles animales y finalmente se lanzó a las eculturas de animales de grandes dimensiones. Comenzó con troncos secos y siguió experimentando con cartón y piedra.
“El ser guardaparques fue un quiebre por el solo hecho de estar en lugares increíbles que de por sí te inspiran. Había estudiado diseño y siempre el arte me llamó la atención. Si bien antes pintaba, de a poco y gracias a mi trabajo empecé a trabajar con la madera. Primero con carteles, después con bajorelieve y así fui familiarizando con la madera”, contó Alejandro a Vía Mendoza.
Zalazar confesó que aprendió a esculpir de forma completamente autodidacta. “Empecé a probar con la cartelería de las áreas protegidas y luego le fui agregando más contenido como animales. Después me lancé a las esculturas que es lo que hago actualmente, con materiales reciclados”, dijo.
Sobre su trabajo, comentó que una de las obras que más placer le dio realizar fue un zorro de casi cinco metros, el que está hecho en piezas de metal de trampas de zorro y puma, las que fueron incautadas en su momento por guardaparques. “La idea era hacer algo con ese material, y qué mejor que hacerlo utilizando piezas espantosas como esas trampas que eran tan dañinas, como un homenaje a la vida”, explicó Alejandro.
Fue precisamente en Ñacuñán, una reserva de Santa Rosa, donde le propusieron hacer un sendero con animales del lugar y es ahí donde hizo el vuelco hacia las esculturas. “Comencé con un puma, el que tuvo mucha repercusión, y luego seguí con otros animales como un águila coronada, una liebre mara, un lagarto colorado, un zorro y así sigo haciendo cosas, lo más figurativo y apegado a la realidad, en forma y tamaño.
A partir de allí, empezó a hacer esculturas cada vez más grandes e incorporó el uso de materiales reciclados. Y gracias a las redes sociales su trabajo se fue haciendo más conocido, por lo que lo contactaron desde la Municipalidad de Lavalle para hacer el monumento de un águila coronada. Luego, siguió con los troncos secos que estaban en la plaza municipal donde esculpió un cosechador, un gaucho con guitarra y una virgen.
“Esas esculturas son troncos secos en pie, que ya estaban en la plaza y la idea era darles una impronta del lugar. Y, como son piezas de grandes volúmenes, sí o sí necesito empezar a trabajarlas con motosierra y una vez que la forma va apareciendo, comienzo a utilizar herramientas más pequeñas hasta terminar con las gubias para los detalles”, indicó sobre el trabajo con las esculturas.
Además, Alejandro busca que sus esculturas transmitan un mensaje. En cuanto al cosechador, comentó que lo hizo erguido porque consideró que de esa forma podía mostrar orgullo por la tarea que desarrolla y tiene el puño cerrado en señal de protesta, por la poca paga que recibe en comparación al duro trabajo que realiza. Y buscó hacerle el rostro de una persona curtida, con rasgos huarpes.